Vicaría
de Pastoral
SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
VENEZUELA
MENSAJE DE NAVIDAD
DEJARNOS SORPRENDER POR LA
GRANDEZA DESCUBIERTA EN LA SENCILLEZ
A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO
SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESÚS EN LA IGLESIA DE SAN CRISTÓBAL
«Y todos los que los escuchaban
quedaron admirados de lo que decían los pastores» (Lc 2, 18)
1. Ha llegado el día tan esperado para muchos
de nosotros, ¡Nuestro Salvador ha nacido! Y como dice el Santo Padre Francisco:
“Navidad es dejarnos amar por el niño Jesús” (Mensaje de Navidad 2013), pero
para dejarnos amar, debemos conocerle y se le conoce en la escritura, es la
única forma de poder vivir como nuestro Salvador lo hizo en su paso por la
historia. Por tanto, no celebramos solo el acontecimiento histórico de ese Dios
encarnado que al hacerse niño iluminó con su presencia a este mundo lleno de
tinieblas y desesperanza; celebramos también la actualización de este
nacimiento en nuestras vidas.
2. En este sentido, comencemos nuestra
reflexión dejándonos iluminar por la cita bíblica inspiradora de nuestro
mensaje: «Y todos los que los escuchaban
quedaron admirados de lo que decían los pastores» (Lc 2, 18). Deseo de
forma sencilla, meditar en tres ideas a partir de este extracto de la Escritura:
3. Primero: Saber Escuchar, «…y todos los
que los escuchaban…». Jesús, el Mesías, es la señal esperada desde antiguo
(Cfr. Is 7, 10-14) que ha venido a comunicarse con nosotros, para que seamos
portadores y comunicadores de su mensaje de luz y salvación. Escucharle es lo
primero, como María en contraste con Marta (Cfr. Lc 10, 38ss) es estar atentos para
escuchar el mensaje de Jesús, y esto requiere una atención mucho más sutil y
afinada; como en la música, para cantar o interpretar una melodía, se requiere
de tiempo, preparación y de un sentido muy agudo de lo que se desea presentar; como
Samuel cuando el Señor le llamó y gracias al apoyo de Elí pudo contestarle y
servirle (Cfr. 1Sm 3, 10); como Elías cuando esperó a Dios en el estruendo, el
fuego… y Él solo estaba presente en la suave brisa (1Re 19, 12ss), o el ciego
de Jericó que escuchó hablar de Jesús de Nazaret y le reconoció como el Mesías
(Mc 10, 46-47), escuchar es Ver.
4.
Respecto
a lo anterior, nuestro venerable papa emérito Benedicto XVI, nos enseña:
“La fe está vinculada a la escucha. Abrahán no ve a Dios, pero oye su
voz. De este modo la fe adquiere un carácter personal. Aquí Dios no se
manifiesta como el Dios de un lugar, ni tampoco aparece vinculado a un tiempo
sagrado determinado, sino como el Dios de una persona, el Dios de Abrahán,
Isaac y Jacob, capaz de entrar en contacto con el hombre y establecer una
alianza con él. La fe es la respuesta a una Palabra que interpela
personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nombre (Lumen Fidei 8).
5. La relación íntima con Dios y el
crecimiento de la fe están intrínsecamente unidas a la escucha. Solo los
humanos podemos escuchar, y unido a ello de forma necesaria, meditar y
reflexionar aquello que hemos escuchado. Es decir, Dios es el Dios de vivos (Lc
20, 38), de los que escuchan, porque la escucha es de los vivos, y esto nos
permite dar el paso a la alabanza. Sin embargo, se da el caso de que en esta
época, especialmente, como en muchas otras, nos la pasamos distraídos entre
tanta algarabía, con demasiadas ocupaciones, preocupaciones, angustias,
distracciones y mucha gente a nuestro alrededor que, en últimas, si nuestra fe
no se encuentra bien cimentada en Cristo nuestra roca firme (Mt 7, 24),
corremos el riesgo de no ser diferentes en nada al pueblo de Belén. Escuchar
es Actitud.
6. Imaginémonos el panorama de Belén en el
tiempo de la Natividad basándonos en el Evangelio de San Lucas: En aquella
época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un
censo en todo el mundo, cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José,
que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se
dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su
esposa, que estaba embarazada; duraron de 4 a 6 días de viaje y encima en un
asno, aproximadamente 120km de distancia. La Virgen embarazada. Y mientras se
encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre.
7. Muchos allí habían dejado aquella pequeña y
noble población para superarse en la vida, deseaban crecer, aventura, viajes,
entre otras cosas, y tener que volver obligados por el censo, les llevó
necesariamente a buscar estadía mientras eran censados. Podemos imaginar la
sobrepoblación, aquel pueblo que era tranquilo, afable, silencioso y de pocos
habitantes, ahora estaba sobresaturado de gente con costumbres agregadas, hasta
paganas tal vez y bastante bullicio. A María le tocó dar a luz a su Hijo
primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos entre tanta algarabía (Cfr. cap. 2).
8. Y nosotros podemos estar ignorándolo de la
misma manera que los habitantes de Belén, porque tenemos nuestras posadas y
nuestras casas llenas de gente que no nos permite recibir al salvador, nos
ocultamos de la luz de Cristo en medio de un sinfín de ocupaciones y demás que
no nos permiten escuchar a ese José y María que están llamando a la puerta para
brindarnos a Jesús que desea llenar de luz nuestras vidas, porque es Él quien
nos llama (Cfr. Ap 3, 20). Nuestro recordado San Juan Pablo II nos decía que
“La luz que el hijo de Dios nos viene a traer: las tinieblas jamás podrán
apagarla” (Mensaje Urbi et Orbi 2002). Lo único que podemos hacer para evitarla
es vivir ocultos de ella, como lo hicieron Adán y Eva, que vivían en la luz, y
al pecar, se escondieron de Dios, se alejaron de él (Cfr. Gn 3, 8). Escuchar
es Luz.
9. Segundo: Saber Admirar, «…quedaron
admirados…». Hay una diferencia muy significativa entre mirar y admirar, la
primera es para ver lo común, lo esperado, en pocas palabras, lo que sucede en
cada período y ya conocemos: los regalos, el árbol de navidad, el pesebre, las
canciones, los estrenos, las hallacas, entre otros. Pero “admirar” requiere al
igual que la escucha, una atención especial, pues se refiere a algo considerado
como extraordinario, de lo cual, jamás podría dejar de sorprendernos… y para
nosotros, la natividad del Señor debe ser esa sorpresa siempre nueva, de un
Dios que prefiere compartir lo básico con nosotros: alegría, amor, amistad, un
abrazo… que venir con poder, riquezas y victorias junto a los considerados más
grandes de la tierra. Mirar, es simplemente observar al que sufre, al que
llora, al que se esfuerza sin obtener ayuda, al hambriento, al enfermo, al
necesitado, sintiendo lástima por su situación. Admirar es actuar ante lo
inesperado agradando a Dios, confiando en que es Él quien me da la oportunidad
de hacer algo extraordinario en lo ordinario de la vida, porque nos ha escogido
para ello.
10. La ternura de este niño, no puede ser
simplemente vista, debe ser admirada. No podemos perder la capacidad de
admirar, porque ello significa maravillarnos
en la sencillez y humildad de un Dios que se hace bebé. “Pues Él es nuestra Paz, que hizo de los
pueblos uno... Y viniendo nos anunció la paz a los de lejos y la paz a los de
cerca” (Ef 2,14-17).
11. Tercero: Saber Pastorear, «…de lo que
decían los pastores». Los primeros en tener el
privilegio de recibir la revelación celestial fueron unos pastores, hombres
sencillos abiertos a la fe, posiblemente los únicos en aquella población
apartados del bullicio, y tal vez, los más preparados en ese momento para
escuchar, ya que, como pastores, estaban siempre alerta y con un oído bastante atento
por si algún oso, lobo o león se acercaba al rebaño. Los pastores se convierten
en mediadores del mensaje que sus oídos han escuchado. Son representantes del
pueblo de Israel: por ellos se comunica la alegría a todo el pueblo (Cfr. Lc 2,
20). En este sentido, los pastores prefiguran la acción evangelizadora de la
Iglesia apostólica y la de cualquier tiempo, podríamos decir que fueron los
primeros catequistas.
12. Una característica clara del pastor es ser
a la vez jefe y compañero, guardián y guía, esto permite su cercanía con el niño
recién nacido al recibir la noticia del ángel; su compromiso luego de
haberle conocido y adorado, y el Amor con el que le anunciaron. Si
no hubiese habido cercanía, si no hubiesen sido pastores de verdad, aquel
encuentro de adoración y sencillez en el portal se habría desvanecido por la
miseria de la distancia espiritual. En otras palabras, como advierte el Papa
Francisco “La miseria más peligrosa es la lejanía de Dios” (Audiencia del 20 de
Dic. 2014).
13. Sólo me queda decirles que si nos
imaginásemos a ese niño tierno en nuestros brazos, con esos ojos brillantes que
crearon las estrellas, esas mejillas ruborizadas y esos labios rojos con los
que sopló vida y dio aliento al ser humano, esas manitas tan indefensas con las
que nos moldeó, ese rostro sonriente con el que busca una sonrisa llena de fe…
creo que con un poco de ello, un poco de fe verdadera bastaría para que la
navidad nazca en nuestras vidas. El Santo Padre recordó este 21 de diciembre
que “un santo decía: ‘Tengo temor de que el Señor pase’. ¿Saben por qué tenía
temor? Temor de no darse cuenta y dejarlo pasar”. Jesús nació para todos, pero la
celebración de esta noche buena, es sólo para aquellos que escuchan con fe, admiran
con esperanza y se atreven a pastorear
con amor dando hasta lo imposible y mucho más a ejemplo de Jesús, Dios y hombre
que no se cansa de nosotros. Con mi bendición y muy agradecido por el servicio
tan hermoso que desempeñan, les deseo una:
FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO MIS HERMANOS CATEQUISTAS!!!
Pbro. Juan
Carlos Gómez Yanez
Su hermano
SAN
CRISTÓBAL, 25 DE DICIEMBRE DEL AÑO 2014. FIESTA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR.