Diócesis de San
Cristóbal
Vicaría
de Pastoral
SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
VENEZUELA
MENSAJE DE NAVIDAD 2016
ES TIEMPO DE QUE JESÚS, NUESTRA ESPERANZA, NAZCA DE
VERDAD EN NUESTRAS VIDAS
A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO
SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESÚS EN LA IGLESIA DE SAN CRISTÓBAL
«¡Gloria a Dios en las alturas, y
en la tierra paz a los hombres amados por Él!» (Lc 2, 14)
1. Un saludo de paz y bien para todos mis
hermanos catequistas de nuestra amada Diócesis de San Cristóbal, esperando que
en este año que fenece, y en el cual profundizamos sobre la Misericordia de
Dios, ustedes y yo nos hallemos transformados en predilectos del Señor,
misericordiando y primereando en el amor y servicio a nuestra Iglesia, teniendo
una especial atención por los más débiles y desamparados. Hoy es Navidad, es el
nacimiento de Jesús, no puede existir otro motivo para prepararnos en adviento
y vivir este día en su máxima expresión. Por eso, con mucho cariño, les
propongo reflexionar, a la luz de la Palabra de Dios, el caminar de nuestras
vidas en este año, con el fin de que nada ni nadie “nos robe la esperanza” (Cf.
EG 86), ni mucho menos el nacimiento de Jesús en nuestras vidas.
2. Caminemos en la luz del amor y la
esperanza.
“El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una
gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una
luz” (Is 9,1). Hemos
vivido un año duro, difícil, no sólo desde el punto de vista político,
económico y social, también religioso, nuestra fe se ha visto a prueba por la
oscuridad del pecado, que ha sabido sembrar la cizaña cuidadosamente para que,
arraigándose en nuestras vidas, se vuelva difícil, más no imposible de
arrancar. Nuestro pueblo del Táchira, unido a Venezuela y el mundo, ha caminado
en tinieblas, unos con esperanza en que Dios transformará nuestra tristeza en
alegría (Cf. Jn 16,20), otros, sin esperanza, y muchos, olvidados por todos
aquellos que le habían prometido luz.
Sin embargo, nuestro Dios nace, nace en cada persona
que decide aceptarle, seguirle y dejar transformar su vida, para que ningún
sufrimiento le humille, y para que ninguna prueba o dificultad le denigre. Dios
hará brillar su luz en nosotros, pero tenemos que dejar que nazca. Nuestro Dios
no nace en medio del lujo, o de la pobreza material, nace en la riqueza de
aquellos que dejan que su corazón sea un pesebre que brinde calor a nuestro
Dios. San Bonifacio, cuando colocó el primer árbol de navidad, le dio a conocer
a la gente, que el verdadero Dios no es aquel que pide vidas humanas en
sacrificio, es más bien aquel que ha nacido para sacrificarse por nosotros.
Todo aquel que exija vidas humanas por mantenerse en sus ideales egoístas, no
puede llamarse cristiano, pero sí merece la corrección y la misericordia de
quienes somos cristianos, sin dejar de lado la justicia.
3. Busquemos
la paz de Cristo que no tiene fin.
“Su soberanía será grande, y
habrá una paz sin fin” (Is 9,6). El profeta Isaías es muy claro al afirmar que la paz verdadera, la que
no posee limitaciones, es la de Cristo Jesús, el Mesías. Todo lo demás que se
presenta como precursora de la paz, es solo una reducción de la misma, cargada
de limitaciones, acuerdos de convivencia y estructuras tan débiles, que al mal
no le cuesta nada fracturar y dañar. Aunado a esto, vale la pena preguntarnos
hoy: ¿soy un instrumento de paz? ¿tengo paz en mi vida?, la paz de Cristo no la
rompe nadie, y si no poseemos esta paz, entonces vale la pena cuestionar
nuestra vida espiritual y cristiana.
El poder de Dios es inmenso, pero Dios nos muestra su
amor, sirviéndonos, y tratándonos con amor. La paz la debemos defender no con
actitudes agresivas, tan poco pasivas, sino con la verdad que nos enseña
nuestro Señor Jesucristo, verdad cargada de esperanza, de la búsqueda
incansable de caminos para la reconciliación y la paz. La Iglesia es sabia
cuando nos enseña que la unidad está en la diversidad de sus miembros (LG 13,
Ef 4,3). Por eso, bien decía San Juan XXIII: “es más lo que nos une, que
aquello que nos divide”. Por tal motivo, debemos tratarnos con respeto, sin
negar jamás nuestra fe, ni ocultarla. Al respecto, el bueno de San Francisco de
Asís se cuestionaba una vez con esta pregunta: “Hijo de Bernardone, ¿cómo se le
llama a un caballero que reniega de su Señor?”, y este hombre santo, que no
estaba dispuesto a acobardarse de su fe en Jesús, se dispuso a humillar cada
gota de soberbia, egoísmo y pecado que intentara dañar su relación con Dios. En
cuántas ocasiones hemos pisoteado esa relación, siendo cobardes, y
lamentablemente eso no nos duele. Hemos dejado de ser caballeros para el Señor,
y nos hemos dejado tergiversar por la inmoralidad del mundo.
4. Es
hora de vencer el pecado
“La gracia de Dios, que es
fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña
a rechazar la impiedad y los deseos mundanos” (2Tit 2,11-12). Es la gracia de Dios, recibida por la fe,
la que nos lleva a rechazar como seguidores de Cristo el pecado y la tentación,
traducida hoy día en violencia, corrupción, conformismo, comodidad e
indiferencia, entre otras tantas maneras de presentarse la avaricia de los
deseos mundanos y la impiedad. Vivimos señalando al mundo, y a aquellos que
“viven en pecado”, pero cómo nos hace falta mirarnos en un espejo para
visualizar con vergüenza las vigas que tenemos en los ojos de nuestras vidas
(Cf. Lc 6, 42). Hablamos de debilidades, pero sin corregir las nuestras, cómo
le pesa a nuestra Madre la Iglesia, y a mí en particular, todas las veces en
que fallamos y atentamos contra la unidad de la Iglesia faltando a los
Itinerarios de catequesis, recibiendo a niños con edades no permitidas,
saltándolos de nivel, preparándolos en poco tiempo, o cobrando de forma onerosa
un don que hemos recibido gratis en nuestro llamado vocacional (Cf. Mt 10,8).
Somos catequistas, otros Cristo en la tierra, ¿en verdad te sientes Cristo con
tus actitudes? Cómo nos hace falta un espejo que nos diga la verdad, y ese
espejo es Palabra de Dios que desnuda nuestras vidas (Cf. Hb 4,13).
Si realmente estamos dispuestos a vencer el pecado,
debemos considerar las recientes palabras del Santo Padre Francisco en su carta
apostólica Misericordia et Misera: “el
amor que permite mirar más allá y vivir de otra manera” (n.1), amar a Dios de
verdad, nos permite ir más allá de nuestros propios deseos y vivir como Él vivió.
5. Navidad
es el nacimiento de Jesús en nuestras vidas.
“Y María dio a luz a su Hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se
alojaban no había lugar para ellos” (Lc 2,7). Esta es una realidad que actualmente se mantiene
presente, son muchos los lugares donde la Familia de Nazaret no encuentra
alojamiento, son muchas las puertas que se tiran en la cara al justo José, y lo
peor aún, es que muchos de esos lugares son católicos, que creen que tienen un
lugar privilegiado en el cielo por vivir la fe a su manera, lejos de la Verdad
contenida en la Palabra de Dios, y muchos de ellos son catequistas nuestros,
que no viven la comunión, que su ausencia es permanente en todo tipo de
reuniones de formación y, que lamentablemente se mantienen alejados de conocer
más a Dios, porque conocerle es amarle, amarle significa seguirle, y seguirle
es un compromiso que pocos quieren asumir (Cf. San Agustín).
Necesitamos catequistas que permitan alojamiento a
Jesús de por vida, que saquen de la posada de su cuerpo tantos mercaderes que
les incitan al pecado en todo momento, que nuestro cuerpo sea santuario de Dios
y no, cueva de ladrones (Cf. Mt 21,13). El mejor regalo en estas navidades, es
aquel que no puede ser comprado por humano alguno, sino donado por Dios y
aceptado por el hombre: la fe, la esperanza, el amor, el perdón, la
reconciliación y la paz. Si para nosotros, estos no son los mejores regalos,
nuestras prioridades están muy mal, y razón tiene el mundo cuando nos juzga por
nuestra incoherencia, como decía San Antonio de Padua, “el peor error de los
cristianos es creer, pero no vivir lo que creen”.
6. “¡Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él!” (Lc 2,
14)
Creo que nunca me había detenido a reflexionar tanto
esta parte como hoy: “paz a los hombres amados por Él”, es que en verdad somos
amados por Él!!! No existe otra explicación por la cual se haya dado todo este
misterio de salvación. Es cuestión de amor puro, como dice el Papa Francisco en
Misericordia et Misera: “El amor es
el primer acto con el que Dios se da a conocer y viene a nuestro encuentro” (n.5),
Dios no nos abandona, Gloria en las alturas por eso, porque nos ama, y su amor
no cambia, no nos dejará de amar nunca; en cambio nosotros vivimos tan
intermitentes, cargados de afectos y sentimientos que vetan nuestra propia fe y
relación íntima con Dios. Es el momento de que correspondamos a ese amor con
nuestras obras, ser catequista significa ser el enamorado perfecto de Jesús,
porque, si estás enamorado de Jesús, el mundo tendrá entonces motivos para
enamorarse de Él.
Lamentablemente, tal parece que no estamos tan
enamorados de Él, es por esto que los demás no se sienten atraídos por la
fuerza de su Evangelio, ya que nosotros mismos no lo predicamos como debiéramos
(Cf. Rm 10,14).
7. La
voz del pastor
Nuestro Obispo, Monseñor Mario del Valle Moronta, nos
regala unas ricas catequesis en sus homilía y mensajes, preparados con esfuerzo
y preocupación por encaminarnos al reino de Dios, es por ello que, sus cartas
pastorales como: “el gozo espiritual de ser pueblo” y su “Mensaje de Navidad
2016”, son ejemplos vivos de esa fe que debemos renovar en Espíritu y Verdad (Cf.
Jn 4,24). Por tal motivo, invito a mis hermanos catequistas a asumir con
seriedad esta tarea evangelizadora que Dios y su Iglesia nos ha encomendado,
que ningún catequista deje de orar, de confesarse y comulgar, de leer y meditar
la Palabra de Dios, de formarse… porque, si queremos mejores cristianos,
nosotros debemos ser primero esos mejores cristianos que necesita Dios, su
Iglesia y el mundo. Nuestro Pastor nos habla, el Santo Padre como sucesor de
Pedro nos habla, no sigamos permitiendo que alguien más nos llegue con un
comentario o resumen, esforcémonos por leer y apropiarnos del mensaje, para
poder comunicarlo con amor y veracidad.
8. Por último, deseo que todos los catequistas
del Táchira nos sintamos hermanos amados por el Señor. Que reflexionemos en la
balanza de la Palabra de Dios nuestro actuar para mejorar. Que, si alguno está
descarriado o separado de la comunión de la Iglesia con su corrupción
espiritual y religiosa, le ayudemos y no le hundamos, para que todos juntos
podamos consolidar el Reino de Dios y su Justicia, y de esta manera, ustedes y
yo podamos sentir la satisfacción de aquel siervo que solo cumplió con lo que
tenía que hacer, y que nosotros muchas veces no hacemos: amar a Cristo y
enamorar a otros de Él.
Con mi bendición y muy agradecido por el servicio tan
hermoso que desempeñan día a día, les deseo una:
¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO MIS HERMANOS
CATEQUISTAS!!!
Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez
Su hermano y servidor
SAN
CRISTÓBAL, 25 DE DICIEMBRE DEL AÑO 2016. FIESTA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR.