miércoles, 1 de marzo de 2017

MENSAJE DE CUARESMA 2017 - ¡…Renuévame por dentro con espíritu firme! (Sal 50, 12)







Diócesis de San Cristóbal
Vicaría de Pastoral
SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
VENEZUELA

MENSAJE DE CUARESMA 2017
SIN UNA VIDA ESPIRITUAL PERDEMOS NUESTRO SENTIDO

A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESUS EN LA IGLESIA DE SAN CRISTOBAL

¡Renuévame por dentro con espíritu firme! (Sal 50, 12)

1.      Un saludo lleno de paz, bondad y reconciliación para todos ustedes mis hermanos catequistas, que con tanto cariño se esfuerzan para vivir interiormente la fe y luego transmitirla a quienes anhelan ser como Jesús. Una vez más, el Dios de la misericordia nos permite volver nuestra mirada hacia Él en este tiempo de cuaresma que hoy retomamos a través de su Iglesia. Nos invita a vivir el perdón y la reconciliación, para llegar a la Pascua con el anhelo de servirle como Discípulos Misioneros (Cf. EG 14), haciendo presente su Reino en nuestras comunidades eclesiales.
2.      Junto a las lecturas de la Palabra de Dios, somos invitados nuevamente a meditar en nuestras vidas esa relación de amor en la que Dios, infinitamente enamorado de su humanidad, nos prolonga su misericordia de día en día hasta la eternidad (Jer 31, 3). Nuestros templos volverán a recibir a tantos hijos pródigos que se han alejado del Padre y, mi reflexión, va para todos nosotros sus hermanos mayores, quienes debemos recibirles no con mentalidad de obrero, como lo hizo el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, pues su actitud solo demostró una justicia laboral, dejando de lado su vínculo con su hermano perdido. No aceptó a su hermano porque no había trabajado o vivido como él en la viña de su padre; sin embargo, el hermano mayor, se dedicó tanto al trabajo con los obreros, que se olvidó de compartir con su padre, aun estando en la misma casa. No le produce alegría el regreso de su hermano menor, y esto debe ser motivo de introversión para nosotros, quienes estamos llamados a recibir a aquel que viene desde las periferias del mundo, y mostrarle el rostro misericordioso del Padre, la vivencia y experiencia de aquel que es AMOR y que estamos llamados a imitar en todo momento (Cf. Lc 15, 11-32).
3.      Mahatma Gandhi, dijo una vez: “la persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero”. Para poder entonces reconciliar al mundo con Dios, debemos darle ejemplo de reconciliación. Por este motivo, meditemos sobre la reconciliación en nuestro camino de conversión. Pensemos que, para reconciliarnos con Dios, debemos vivir un proceso cuaresmal, que tenga presente en primer lugar: la reconciliación personal, en segundo lugar: la reconciliación comunitaria y, por último, en la cima de este camino: la reconciliación con Dios. No podemos seguir saltando peldaños, privándonos de una verdadera relación con Jesucristo y su Padre en el Espíritu Santo. Por eso, es mejor, que empecemos a interiorizar este mensaje.
4.      Reconciliación: esta palabra, que viene del hebreo kaphar (כָּפַר), entre sus traducciones, nos indica: convertirse, cambiar de sentimientos. Ciertamente los seres humanos estamos llamados a una fe madura llena de sabiduría que nos sostenga en una plena conversión (Cf. 1Cor 2, 6); sin embargo, para que esto inicie, debemos dejarnos guiar por los sentimientos de Cristo (Cf. Flp 2,5), los cuales nos permitirán desplazar aquellas emociones que perturban la paz y concordia de nuestra vida espiritual. ¿Cómo adquirir estos sentimientos? Una reconciliación personal es necesaria en nuestras vidas.
5.      Reconciliación Personal: el apóstol de los gentiles (San Pablo), no alcanzó la conversión de su vida por tener su mirada en Jesús; todo lo contrario, estaba en guerra con todos aquellos que, siendo judíos, ahora se convertían en cristianos. Por eso emprende su rumbo a Damasco, con el fin de sepultar la Iglesia de Cristo (Cf. Hch 9). Pero qué golpe se lleva Pablo al ser sorprendido por el mismo Jesucristo, quien interpela su vida tan perfecta con la siguiente expresión: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9, 4). Su radicalismo e idealismo se desmorona en segundos ante la presencia real del Rey de Reyes, la verdadera fe por primera vez le es transmitida de manera íntegra por quien dio su vida por nosotros. Fue un golpe al espíritu de Pablo, fue el inicio de una reconciliación personal con sus sentimientos, su vida, su pensar, para darse cuenta que anduvo ciego para Dios y vidente para su mundo, el mundo de la ley.
6.      Pablo, como muchos de nosotros, heredamos de Adán la visión maliciosa y limitada por el pecado: “y se les abrieron los ojos” (Gn 3, 7). Tuvo que quedar ciego para poder revisarse interiormente, para cuestionar su persecución. Todos perseguimos a alguien a través del otro, pero no hemos identificado que ese alguien es Jesucristo. No hemos abierto los ojos a la misericordia de Dios. Es necesario el ayuno, la oración y la limosna, sin prescindir de ninguna, para abrir los ojos y darnos cuenta a quien perseguimos, reconciliarnos con nosotros mismos y poder ser instrumentos reales de paz.
7.      Reconciliación Comunitaria: quien se ha reconciliado consigo mismo, está preparado para tocar la vida del otro sin lastimarla. Está preparado para tratarle como hermano y orientarle en el seguimiento de Jesús. Debemos preguntarnos quiénes son nuestros hermanos, y en especial, los pródigos, pues a ellos debemos buscarles y tratarles como nuestro Padre lo desea: con amor y misericordia. Pensemos en nuestros hogares, nuestra comunidad, nuestros hermanos catequistas y catequizandos.
8.      Es tan difícil de creer que tengamos catequistas tan duros de corazón que siguen siendo indiferentes a la comunión de la Iglesia, que preparan lejos de su parroquia a catequizandos por lucro o por falso compromiso aislados de su parroquia y de sus hermanos catequistas. Pero más increíble aún, es que nos creemos cristianos, cuando muchos, sin serlo, actúan mejor que nosotros imitando a Jesús. Razón tiene el santo Padre al condenar el escándalo que generamos los cristianos con una doble vida, vamos a Misa, pertenecen a movimientos o grupos católicos, somos catequistas, pero no vivimos de acuerdo al Evangelio de Jesús, y este escándalo destruye nuestra sociedad, nuestra Iglesia, nuestra reconciliación. La Madre Teresa de Calcuta nos invita a preguntarnos: si se nos pasa el tiempo juzgando al otro, “¿cuándo vamos a tener tiempo para –reconciliarnos con él–, para amarle?”.
9.      Reconciliación con Dios: el Santo Padre Francisco, en su homilía del 10 de febrero del presente año, el cual les invito a leer, nos habla refiriéndose al pasaje del libro del Génesis sobre la tentación, dándonos un gran consejo para vencerla, no escondernos de Dios, si te escondes, si te vas solo a la batalla sin Él, vas a perder, «en la tentación no se dialoga, se reza: “Ayuda, Señor, soy débil, no quiero esconderme de ti”». La cuaresma nos permite revisar el estado de nuestra relación con Dios, y cambiarlo, mejorarlo, retomar ese trato íntimo y espiritual. No puede existir vida cristiana sin espiritualidad. Necesitamos enamorarnos de Dios, pues con ello, no volveremos a lastimarnos o lastimar a otros.
10.   Llevamos la cruz en nuestro rostro: por el bautismo cuando nos signaron como hijos adoptivos de Dios, por la confirmación cuando nos ungieron en la frente como testigos de su amor, por la ceniza como arrepentimiento y conversión, pero nos falta llevarla en nuestras vidas como enamorados que realmente deseamos imitarle en su amor. El Papa Francisco en su mensaje cuaresmal nos ha invitado a redescubrir que el otro es un don de Dios que no puedo dejar de lado en mi camino de salvación. ¿Quieres que Dios te ame? Ama, ¿quieres que Dios te perdone? Perdona, ¿quieres que Dios te acompañe? Acompaña. No hay nada que hagas por el otro en sumo bien, que Dios no haga por ti.  Ojalá, nos mueva el amor a Dios y no nuestros intereses, pues donde hay amor y paz, es porque hay un cristiano que imita a Jesús. Pero, donde hay guerra y división, seguramente habrá un cristiano que aún no ha experimentado la reconciliación. Como decía San Francisco de Asís: “pecamos en común, nos santificamos en común y nos salvamos en común”. Con el gran aprecio que les tengo a ustedes, mis hermanos catequistas, les brindo mi humilde bendición, esperando que ustedes también me bendigan desde donde están con sus oraciones. Que Dios les bendiga a todos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.
QUE DIOS NOS CONCEDA A TODOS UNA CUARESMA Y UNA SEMANA SANTA LLENA DE RECONCILIACIÓN Y ABUNDANTE CONVERSIÓN PARA ALCANZAR LA SANTIDAD Y HACER BRILLAR NUESTRA IGLESIA.
¡FELICES PASCUAS!
Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez
 Su hermano

Delegados de catequesis de la diócesis
Sus Servidores 


SAN CRISTOBAL, 1 DE MARZO DEL AÑO 2017. INICIO DE LA CUARESMA