Diócesis de San
Cristóbal
Vicaría de Pastoral
SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
VENEZUELA
MENSAJE DE CUARESMA 2017
SIN UNA VIDA ESPIRITUAL PERDEMOS NUESTRO SENTIDO
A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO
SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESUS EN LA IGLESIA DE SAN
CRISTOBAL
¡…Renuévame por
dentro con espíritu firme! (Sal 50, 12)
1.
Un saludo lleno de paz, bondad y reconciliación para todos
ustedes mis hermanos catequistas, que con tanto cariño se esfuerzan para vivir
interiormente la fe y luego transmitirla a quienes anhelan ser como Jesús. Una
vez más, el Dios de la misericordia nos permite volver nuestra mirada hacia Él
en este tiempo de cuaresma que hoy retomamos a través de su Iglesia. Nos invita
a vivir el perdón y la reconciliación, para llegar a la Pascua con el anhelo de
servirle como Discípulos Misioneros (Cf. EG 14), haciendo presente su Reino en
nuestras comunidades eclesiales.
2.
Junto a las lecturas de la Palabra de Dios, somos invitados
nuevamente a meditar en nuestras vidas esa relación de amor en la que Dios,
infinitamente enamorado de su humanidad, nos prolonga su misericordia de día en
día hasta la eternidad (Jer 31, 3). Nuestros templos volverán a recibir a
tantos hijos pródigos que se han alejado del Padre y, mi reflexión, va para
todos nosotros sus hermanos mayores, quienes debemos recibirles no con
mentalidad de obrero, como lo hizo el hermano mayor de la parábola del hijo
pródigo, pues su actitud solo demostró una justicia laboral, dejando de lado su
vínculo con su hermano perdido. No aceptó a su hermano porque no había
trabajado o vivido como él en la viña de su padre; sin embargo, el hermano
mayor, se dedicó tanto al trabajo con los obreros, que se olvidó de compartir
con su padre, aun estando en la misma casa. No le produce alegría el regreso de
su hermano menor, y esto debe ser motivo de introversión para nosotros, quienes
estamos llamados a recibir a aquel que viene desde las periferias del mundo, y
mostrarle el rostro misericordioso del Padre, la vivencia y experiencia de aquel
que es AMOR y que estamos llamados a imitar en todo momento (Cf. Lc 15, 11-32).
3.
Mahatma Gandhi, dijo una vez: “la persona que no está en paz
consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero”. Para poder
entonces reconciliar al mundo con Dios, debemos darle ejemplo de
reconciliación. Por este motivo, meditemos sobre la reconciliación en nuestro
camino de conversión. Pensemos que, para reconciliarnos con Dios, debemos vivir
un proceso cuaresmal, que tenga presente en primer lugar: la reconciliación
personal, en segundo lugar: la reconciliación comunitaria y, por último, en la
cima de este camino: la reconciliación con Dios. No podemos seguir saltando
peldaños, privándonos de una verdadera relación con Jesucristo y su Padre en el
Espíritu Santo. Por eso, es mejor, que empecemos a interiorizar este mensaje.
4.
Reconciliación: esta palabra, que viene del hebreo
kaphar (כָּפַר), entre sus traducciones,
nos indica: convertirse, cambiar de sentimientos. Ciertamente los seres humanos
estamos llamados a una fe madura llena de sabiduría que nos sostenga en una
plena conversión (Cf. 1Cor 2, 6); sin embargo, para que esto inicie, debemos
dejarnos guiar por los sentimientos de Cristo (Cf. Flp 2,5), los cuales nos
permitirán desplazar aquellas emociones que perturban la paz y concordia de
nuestra vida espiritual. ¿Cómo adquirir estos sentimientos? Una reconciliación
personal es necesaria en nuestras vidas.
5.
Reconciliación Personal: el apóstol de los gentiles (San
Pablo), no alcanzó la conversión de su vida por tener su mirada en Jesús; todo
lo contrario, estaba en guerra con todos aquellos que, siendo judíos, ahora se
convertían en cristianos. Por eso emprende su rumbo a Damasco, con el fin de
sepultar la Iglesia de Cristo (Cf. Hch 9). Pero qué golpe se lleva Pablo al ser
sorprendido por el mismo Jesucristo, quien interpela su vida tan perfecta con
la siguiente expresión: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9, 4). Su
radicalismo e idealismo se desmorona en segundos ante la presencia real del Rey
de Reyes, la verdadera fe por primera vez le es transmitida de manera íntegra
por quien dio su vida por nosotros. Fue un golpe al espíritu de Pablo, fue el
inicio de una reconciliación personal con sus sentimientos, su vida, su pensar,
para darse cuenta que anduvo ciego para Dios y vidente para su mundo, el mundo
de la ley.
6.
Pablo, como muchos de nosotros, heredamos de Adán la visión
maliciosa y limitada por el pecado: “y se les abrieron los ojos” (Gn 3, 7).
Tuvo que quedar ciego para poder revisarse interiormente, para cuestionar su
persecución. Todos perseguimos a alguien a través del otro, pero no hemos
identificado que ese alguien es Jesucristo. No hemos abierto los ojos a la
misericordia de Dios. Es necesario el ayuno, la oración y la limosna, sin
prescindir de ninguna, para abrir los ojos y darnos cuenta a quien perseguimos,
reconciliarnos con nosotros mismos y poder ser instrumentos reales de paz.
7.
Reconciliación Comunitaria: quien se ha reconciliado consigo
mismo, está preparado para tocar la vida del otro sin lastimarla. Está
preparado para tratarle como hermano y orientarle en el seguimiento de Jesús.
Debemos preguntarnos quiénes son nuestros hermanos, y en especial, los
pródigos, pues a ellos debemos buscarles y tratarles como nuestro Padre lo
desea: con amor y misericordia. Pensemos en nuestros hogares, nuestra
comunidad, nuestros hermanos catequistas y catequizandos.
8.
Es tan difícil de creer que tengamos catequistas tan duros de
corazón que siguen siendo indiferentes a la comunión de la Iglesia, que
preparan lejos de su parroquia a catequizandos por lucro o por falso compromiso
aislados de su parroquia y de sus hermanos catequistas. Pero más increíble aún,
es que nos creemos cristianos, cuando muchos, sin serlo, actúan mejor que
nosotros imitando a Jesús. Razón tiene el santo Padre al condenar el escándalo
que generamos los cristianos con una doble vida, vamos a Misa, pertenecen a
movimientos o grupos católicos, somos catequistas, pero no vivimos de acuerdo
al Evangelio de Jesús, y este escándalo destruye nuestra sociedad, nuestra
Iglesia, nuestra reconciliación. La Madre Teresa de Calcuta nos invita a
preguntarnos: si se nos pasa el tiempo juzgando al otro, “¿cuándo vamos a tener
tiempo para –reconciliarnos con él–, para amarle?”.
9.
Reconciliación con Dios: el Santo Padre Francisco, en su
homilía del 10 de febrero del presente año, el cual les invito a leer, nos
habla refiriéndose al pasaje del libro del Génesis sobre la tentación, dándonos
un gran consejo para vencerla, no escondernos de Dios, si te escondes, si te
vas solo a la batalla sin Él, vas a perder, «en la tentación no se dialoga, se
reza: “Ayuda, Señor, soy débil, no quiero esconderme de ti”». La cuaresma nos
permite revisar el estado de nuestra relación con Dios, y cambiarlo, mejorarlo,
retomar ese trato íntimo y espiritual. No puede existir vida cristiana sin
espiritualidad. Necesitamos enamorarnos de Dios, pues con ello, no volveremos a
lastimarnos o lastimar a otros.
10.
Llevamos la cruz en nuestro rostro: por el bautismo cuando nos signaron
como hijos adoptivos de Dios, por la confirmación cuando nos ungieron en la
frente como testigos de su amor, por la ceniza como arrepentimiento y
conversión, pero nos falta llevarla en nuestras vidas como enamorados que
realmente deseamos imitarle en su amor. El Papa Francisco en su mensaje
cuaresmal nos ha invitado a redescubrir que el otro es un don de Dios que no
puedo dejar de lado en mi camino de salvación. ¿Quieres que Dios te ame? Ama,
¿quieres que Dios te perdone? Perdona, ¿quieres que Dios te acompañe? Acompaña.
No hay nada que hagas por el otro en sumo bien, que Dios no haga por ti. Ojalá, nos mueva el amor a Dios y no nuestros
intereses, pues donde hay amor y paz, es porque hay un cristiano que imita a
Jesús. Pero, donde hay guerra y división, seguramente habrá un cristiano que
aún no ha experimentado la reconciliación. Como decía San Francisco de Asís:
“pecamos en común, nos santificamos en común y nos salvamos en común”. Con el
gran aprecio que les tengo a ustedes, mis hermanos catequistas, les brindo mi
humilde bendición, esperando que ustedes también me bendigan desde donde están
con sus oraciones. Que Dios les bendiga a todos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.
QUE DIOS NOS CONCEDA A TODOS UNA CUARESMA Y UNA
SEMANA SANTA LLENA DE RECONCILIACIÓN Y ABUNDANTE CONVERSIÓN PARA ALCANZAR LA
SANTIDAD Y HACER BRILLAR NUESTRA IGLESIA.
¡FELICES PASCUAS!
Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez
Su hermano
Delegados de catequesis de la diócesis
Sus Servidores
SAN CRISTOBAL, 1 DE MARZO DEL AÑO 2017. INICIO DE LA CUARESMA