HOY PRESENTAMOS UN TEMA QUE NOS INVITA EN ESTE TIEMPO TAN PRECIOSO, A RECIBIR A JESÚS EN NUESTROS CORAZONES, Y ENSEÑAR A LOS DEMÁS A QUE ABRAN TAMBIÉN SUS CORAZONES PARA QUE SE CONVIERTAN EN AQUEL BELÉN QUE ACOGIÓ AL NIÑO LINDO EN NUESTRO MUNDO PARA LLENARLO DE TERNURA Y SALVACIÓN. QUE ESE NIÑO HERMOSO NOS LLENE DE TANTA PAZ Y TERNURA, QUE NOS MOTIVE A CONTINUAR CON AMOR NUESTRA GRAN TAREA EVANGELIZADORA EN LA CATEQUESIS DE NUESTRAS PARROQUIAS. BENDICIONES. PBRO. JUAN CARLOS GÓMEZ YANEZ.
La Biblia es rica en imágenes y símbolos para explicarnos las cosas más profundas de Dios. El lenguaje bíblico es un lenguaje sacramental, porque el mismo Dios nos habla de esta manera: con signos y señales que nos ayudan a descubrir su presencia en medio de nosotros. Jesús es el gran sacramento de Dios. La GRAN SEÑAL que AJAS despreció. A través de su vida, sus palabras y su práctica conocemos al Dios de la Vida y nos encontramos con Él.
“Si me conocen a mí, también conocerán al Padre” Jn. 14, 7
“El que me ha visto a mí ha visto al Padre” Jn. 14, 9
Hablar con imágenes permite recuperar el lenguaje sencillo de la Biblia, que llega al corazón e invita al cambio de vida.
Hay muchas imágenes que podemos asociar para profundizar en la vocación y misión del catequista.
Una de ellas es la imagen de la “puerta”. La puerta es un instrumento que comunica espacios, que abre a una interioridad. Las hay grandes, pequeñas, de madera, metal, vidrio u otros materiales, pesadas, livianas, nuevas, antiguas... todas tienen en común la capacidad de abrirse y dejar paso.
La puerta tiene mucho que decirnos a nuestra vida de catequistas.
¿Somos puertas abiertas para que otros se encuentren con el Dios de la Vida a través nuestro?
¿Nuestras palabras y nuestra práctica ayudan a los demás a abrir sus propias puertas al Señor que vive dentro de cada hombre y mujer?
¿Cómo anda nuestra puerta? ¿Está bien aceitada para su función? ¿O sufre el paso del tiempo y está algo desvencijada, con sus bisagras herrumbradas, perezosa para ser abierta?
¿Y en ese caso, cómo aceitarla para mantenerla en movimiento, y ágil, y dispuesta para su función? ¿Cuál será el aceite indicado y dónde conseguirlo?
Ser puerta significa aceptarse como instrumento y tener claro que nuestra misión es quedar abiertos, ir perdiendo protagonismo para que el otro pueda encontrarse con Dios y su Palabra.
Si en nuestro corazón anida el Señor, será cuestión de abrir la puerta para enseñar que El nos anima, nos da fuerza y esperanza. Abrir la puerta es dar testimonio, hablar desde el corazón y la experiencia. Invitar al encuentro y presentar al Dios que llena nuestros días.
Estamos llamados a ser puertas abiertas, porque el Señor a quien seguimos nos dice que El mismo es puerta, para el encuentro y la vida.
“Yo soy la puerta: el que entra por mí está a salvo. Circula libremente y encuentra alimento.” Jn. 10, 9
Jesús se presenta como la Puerta. El acceso a la vida. Él, como buen pastor, nos conoce, nos quiere y busca lo mejor para nosotros. Juan lo expresa con imágenes tan delicadas como cuidar, proteger y dar alimento. Ese es nuestro Dios, el que nos abre su vida (nos da su vida) para que podamos vivir mejor.
Para rumiar el texto y rezar la vida:
El catequista, una puerta abierta para el encuentro con Dios
Relee el texto de Juan.
Piensa en tu propia experiencia de fe, ¿de qué manera Jesús ha sido una puerta para tu vida?
Piensa en tu tarea catequística, ¿cómo puedes ser “puerta” para que los demás encuentren a Dios.
¿Qué características y actitudes de vida puedes proponerte cambiar en este tiempo de navidad, para mejorar tu misión?
Ofrécele tu oración al Señor y pídele fuerzas para ser fiel a su Palabra y a su testimonio.
Qué tipo de puerta crees que eres hasta ahora? De metal, de madera, fácil de abrir, difícil de cerrar, de vidrio – transparente.
ORACIÓN
Señor,
que en mi misión de catequista
sea como una puerta sencilla,
abierta, para que otros puedan
pasar a través de ella
para encontrar a Dios.
Ayúdame a no endurecerme,
a no “atrancarme”,
para que mis palabras y mis gestos
y mi persona toda,
sepa hacerse a un lado,
para dar paso a tu presencia,
que con los brazos abiertos
esperas y acudes al encuentro de todos
los que pasen por mi vida,
hecha humilde puerta.
Que así sea, Señor de la vida.
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