FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN MIS HERMANOS CATEQUISTAS, QUE LA GRACIA DE NUESTRO SEÑOR, QUE ESTÁ POR ENCIMA DE TODO PECADO, Y QUE HA VENCIDO LA MUERTE, NOS ACOMPAÑE SIEMPRE, PARA QUE TODOS NOSOTROS PODAMOS AHORA, MOSTRAR EL ROSTRO DEL RESUCITADO EN MEDIO DE NUESTRO MINISTERIO CATEQUÍSTICO. EN ESTE SENTIDO, HOY HABLAREMOS SOBRE EL MINISTERIO DEL CATEQUISTA, POR QUÉ ES UN MINISTERIO, Y POR QUÉ ES IMPORTANTE SENTIRNOS BIEN FORMADOS PARA PODER SERVIR COMO CANAL DE GRACIA ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES. BENDICIONES. PBRO. JUAN CARLOS GÓMEZ YANEZ.
En este encuentro veremos primero de dónde viene el llamado para ser catequista y cuál es nuestra misión.
Todos los que quieren seguir a Jesucristo, y que están bautizados como señal de su pertenencia al Señor, forman juntos la "IGLESIA". La palabra "Iglesia" viene del griego, y quiere decir "asamblea" o "convocatoria". Es el pueblo que Dios reúne. Por eso. Iglesia significa también "Pueblo de Dios". Es el Pueblo que marcha a través de los siglos guiado por Jesús, su Pastor, con rumbo a la Tierra Prometida.
Este Pueblo de Dios tiene una misión. Es enviado a todos los seres humanos y a todos los pueblos de la tierra Para anunciar el Evangelio y hacer crecer el reino de Dios. "Vayan y hagan discípulos míos a todos los pueblos, y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado" (Mt 28,19).
La Iglesia, el Pueblo de Dios, es un instrumento en las manos de Dios para llevar la salvación a toda la humanidad. Cuando hablamos de la "salvación" pensamos en la salvación o liberación de todo el ser humano y de todos los seres humanos. Salvar a todo el ser, es liberarlo de todo lo que le oprime, esclaviza y perjudica. Es buscar su felicidad, su desarrollo armónico y total. Salvar a todos los seres humanos quiere decir trabajar para que haya una sociedad más justa, en la que todos sean iguales en dignidad, se respeten los derechos de todos, donde nadie domine a nadie, y haya verdadera COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN. Así se hace realidad el proyecto de Dios y despunta su Reino.
Para cumplir su misión, la Iglesia está organizada; tiene sus pastores para acompañar el caminar del Pueblo de Dios y alcanzar su meta. Sin embargo, no sólo los pastores, sino todos los miembros de este Pueblo participan en la misión de la Iglesia.
El Pueblo de Dios es, en primer lugar, un Pueblo profético. El profeta es un vocero de Dios. Así, como Pueblo, la Iglesia habla en nombre de Dios. Anuncia el Evangelio de Jesucristo y denuncia el pecado. Anuncia dónde se manifiesta la presencia de Dios y ayuda a descubrir dónde Él está ausente. El profeta denuncia hechos y estructuras que impiden la libertad y el desarrollo de los seres humanos. Quiere transformar el mundo, sustituyendo los valores que el "mundo" predica por los valores del Evangelio. Quiere dar a conocer a Jesucristo, que indicó el verdadero camino de la salvación.
Por eso, cada cristiano, que por el Bautismo se ha convertido en miembro de este Pueblo, es un profeta. Por el sacramento de la Confirmación ha recibido aún más expresamente la misión de ser un miembro responsable de este Pueblo. Su deber es anunciar y denunciar.
Desde los comienzos de la Iglesia ha habido personas que recibieron una tarea o "ministerio" especial en medio de este Pueblo. Así, los pastores de la Iglesia (Papa, Obispos) son los primeros que ejercen la misión de profetas. Ellos escogen a otros para ayudarles en su ministerio. Llaman a personas para catequizar y concientizar al Pueblo de su gran misión. Los sacerdotes ayudan a los obispos en su ministerio profético. Pero también los laicos son llamados para desempeñar ese servicio.
Los obispos de América Latina, reunidos en Puebla (México), en 1979, hablaron así:
"La Iglesia, para el cumplimiento de su misión, cuenta con la diversidad de ministerios. Al lado de los ministros jerárquicos, la Iglesia reconoce el lugar de los ministerios desprovistos del orden sagrado. Por tanto, también los laicos pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus pastores en el servicio a la comunidad eclesial, para el crecimiento y vida de la misma, ejerciendo ministerios diversos, según la gracia y los carismas que el Señor se dignó concederles" (P. 804).
"Los ministerios que se pueden conferir a los laicos son servicios realmente importantes en la vida eclesial (por ejemplo, en el campo de la Palabra, de la liturgia o de la dirección de la comunidad), ejercidos por laicos con estabilidad y que han sido reconocidos públicamente y a ellos confiados por quien tiene la responsabilidad en la Iglesia" (P.805).
Ya en 1972, el Papa Pablo VI había escrito: "Nada impide que las conferencias de los Obispos soliciten a la Santa Sede otros ministerios, cuando lo juzgan necesario o útil en la propia región, como por ejemplo las funciones de hostiario, de exorcista y de catequista" (Motu proprio "Ministeria Quaedam").
La catequesis es un verdadero "ministerio". (La palabra "ministerio" quiere decir "servicio"). Es uno de los servicios más importantes en la Iglesia. El Papa Juan Pablo II ha dicho que la catequesis debe ser la primera preocupación de los obispos. Y los obispos llaman a los catequistas para colaborar en esa tarea.
El catequista no actúa solo. Debe actuar siempre en comunión con la Iglesia. Está ligado a su comunidad parroquial y a su párroco. A través del párroco está también unido al Obispo de la Diócesis.
Hará su trabajo catequético dentro del plan pastoral de la Diócesis y del plan parroquial. Aunque el catequista actúe dentro de una comunidad menor, por ejemplo una Comunidad de Base, no puede estar desligado de la Parroquia y de la Diócesis.
El catequista está también vinculado a otros catequistas de su comunidad. Es interesante observar que los discípulos, en el tiempo de Jesús, formaron una comunidad en torno a él. Ellos fueron enviados por Jesús de dos en dos (Lc 10,1); y Jesús dijo: "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20).
Este es un llamado de atención para nosotros, catequistas. Los catequistas tienen que trabajar juntos, como grupo o equipo. Así, tendrán la certeza de que Cristo está en medio de ellos y los envía.
La Iglesia está necesitando de miles y miles de catequistas para poder llegar a todos los sectores de la población, a todas las edades y a las distintas realidades que viven nuestros pueblos.
Realmente, el Señor nos llama a trabajar. Su mies es grande.
Trabajo en grupo
1. ¿Se siente usted llamado a ser catequista? ¿Quién es el que llama? ¿Dios? ¿Su comunidad? ¿El párroco? ¿Siente dentro de usted mismo la vocación de catequizar?
2. ¿Ha hecho usted algún descubrimiento estudiando este capítulo sobre el ministerio del catequista? ¿Cuál?
Para compartir en grupo:
Cada grupo de catequistas, puede llevar sus respuestas al plenario. Puede haber una profundización de las respuestas. Podría salir como compromiso, leer en cada reunión algunos párrafos del documento del Papa Juan Pablo II sobre la catequesis: Catechesi Tradendae (CT). Pueden leer y comentar el texto en grupo, o leerlo individualmente, en casa. Podrían hacer incapié en leer los números 15 y 16.
Oración
Lee Lc 10,1-9.
Guardemos unos momentos de silencio para la reflexión. Enseguida, cada uno dice lo que siente ante el texto.
Hagan algunas oraciones espontáneas.
PRÓXIMO TEMA: EL CATEQUISTA HOY: QUE TIPO DE CATEQUISTA REQUIERE EL MUNDO Y NUESTRA IGLESIA EN LA ACTUALIDAD.
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