domingo, 26 de octubre de 2014

EL VALOR DE LA FAMILIA EN LA CARTA ENCÍCLICA “FAMILIARIS CONSORTIO” DEL PAPA SAN JUAN PABLO II

EL VALOR DE LA FAMILIA EN LA CARTA ENCÍCLICA “FAMILIARIS CONSORTIO”
DEL PAPA SAN JUAN PABLO II

Descubrir la raíz que hace a la familia el lugar ideal para forjar los valores, es una meta alcanzable y necesaria para lograr un modo de vida más humano, que posteriormente se trasmitirá naturalmente a la sociedad entera.
El valor de la familia va más allá de los encuentros habituales e ineludibles, los momentos de alegría y la solución a los problemas que cotidianamente se enfrentan. El valor nace y se desarrolla cuando cada uno de los miembros asume con responsabilidad y alegrías el papel que le ha tocado desempeñar en la familia, procurando el bienestar, desarrollo y felicidad de los demás.
Es necesario reflexionar que el valor de la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de trasmitirlos y enseñarlos.
Por ello, lo primero que debemos resolver en una familia es el egoísmo a la hora de vivir en esa pequeña comunidad. Puesto que, ¿quién tendrá la iniciativa de servir a los demás cuando en una familia impera el egoísmo? No se puede pretender que los hijos entiendan que deben ayudar, conversar y compartir tiempo con los demás, cuando los mismos padres no le dan testimonio de esto.
Es importante recalcar que los valores se viven en casa y se trasmiten a los demás como forma natural de vida, es decir, dando ejemplo como se ha dicho anteriormente. Para esto es fundamental la acción de los padres; sin embargo, aún los pequeños y jóvenes, con ese sentido común tan característico, pueden dar verdaderas lecciones de cómo vivirlos en los más mínimos detalles.
Por otra parte, muchas son las familias que han encontrado en la religión y en las prácticas de piedad, una guía y soporte para elevar su calidad de vida, ahí se forma la conciencia para vivir los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes. Por lo tanto, en la fe se encuentra un motivo más elevado para formar, cuidar, y proteger a la familia.
Pensemos que todo nuestro alrededor cambiaría y las relaciones serían más cordiales si los seres humanos nos preocupáramos por cultivar los valores en la familia. Cada miembro, según su edad y circunstancias personales sería un verdadero ejemplo, un líder, capaz de comprender y enseñar a los demás la importancia y la trascendencia que tiene para sus vidas la vivencia de los valores, los buenos hábitos, virtudes y costumbres.
Es en este sentido, que toda familia unida es feliz sin importar la posición económica, los valores no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No existe la familia perfecta, pero sí aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.
Es absolutamente necesario que se comprenda el error de aquellos padres que se proponen darle al hijo felicidad, como quien da un regalo. Lo más que se puede hacer es encaminarlo hacia ella, para que él la conquiste.
Difícil, casi imposible, será después.
Cuanto menos trabajo se tomen los padres en los primeros años, más, muchísimo más, tendrán en lo futuro. Habitúalo, madre, a poner cada cosa en su sitio, y a realizar cada acción a su tiempo. El orden es la primera ley de cielo. Que no esté ocioso, que lea, que dibuje, que trabaje, que te ayude en alguna tarea, que se acostumbre a ser atento y servicial. Deja algo en el suelo para que él lo recoja; incítalo a limpiar, arreglar, cuidar, o componer alguna cosa, que te alcance ciertos objetos que necesites; bríndale, en fin, las oportunidades para que emplee sus energías, su actividad, su voluntad, y lo hará con placer.
Ante tal visión, el tema de la familia dentro de la vida de la Iglesia, ocupa un puesto particular, a través de la evocación del mensaje que sobre la familia nos ha dejado la carta encíclica Familiaris consortio del muy venerable y recordado Pastor San Juan Pablo II, de feliz memoria, la cual ya cumplió 28 años de existencia y con gran vigencia en nuestros días.
La primera parte de esta carta («Luces y sombras de la familia en la actualidad»), realiza un discernimiento sobre la situación de la familia contemporánea, tanto a nivel general como a nivel intraeclesial. Tras recordar que tal discernimiento arranca del Evangelio (FC n. 5), el documento traza un ágil cuadro de algunos elementos positivos y negativos.
Como elementos positivos, enumera los siguientes: una conciencia más viva de la libertad personal; una mayor atención a las relaciones en el matrimonio, la promoción de la dignidad de la mujer, la procreación responsable, la educación de los hijos; el desarrollo de relaciones entre las familias; el reconocimiento de la misión eclesial de la familia y de su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa (FC n. 6).
Como elementos negativos, ofrecía una enumeración más larga, aunque ciertamente no completa: un modo equivocado de concebir la independencia de los cónyuges entre sí; ambigüedades graves acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; dificultades a la hora de transmitir valores en familia; un número creciente de divorcios; la difusión del aborto; el amplio recurso a la esterilización; el triunfo de una mentalidad anticonceptiva; la falta de medios fundamentales para la subsistencia en muchas familias del así llamado Tercer Mundo; la falta de generosidad en muchas familias de los países más ricos frente a la perspectiva de abrirse a nuevos nacimientos (FC n. 6).
Una de las principales causas de esta situación se encuentra en «una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta» (FC n. 6).
Los fenómenos anteriores tocaban la vida y la conciencia de los fieles. Entre los bautizados eran visibles síntomas preocupantes: «la facilidad del divorcio y el recurso a una nueva unión por parte de los mismo fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil [...]; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio» (FC n. 7).
La FC no se limitaba al discernimiento: quería principalmente ofrecer luz para comprender el verdadero designio de Dios respecto del matrimonio y la familia. A partir de lo que nos ofrece la Revelación, podemos descubrir cuál sea la fundamentación antropológica de la institución familiar. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está llamado al amor, tiene como vocación profunda vivir para amar. En esta vocación al amor se inserta la sexualidad, que no puede ser vista simplemente como algo biológico, sino que encuentra su sentido plenamente humano «solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte» (FC n. 11).
La total donación física, posible desde la dimensión sexual, sólo conquista su carácter plenamente humano en el matrimonio, un pacto de amor que hace que el hombre y la mujer se acepten plenamente, de modo definitivo, sin límites, en fidelidad. En cierto sentido, y contra la idea equivocada de libertad que ya señalamos antes, la fidelidad conyugal no sólo no disminuye la libertad personal, sino que «la defiende contra el subjetivismo y relativismo, la hace partícipe de la Sabiduría creadora» (FC n. 11).
Tal verdad vale no sólo para el amor mutuo, sino para la misma fecundidad matrimonial: ante cada hijo que nace como don, los padres están llamados a ser signos del amor de Dios, de quien procede toda paternidad (FC n. 14, citando Ef 3,15). En cierto modo, la apertura a la vida, la generosidad que dispone a los esposos a la llegada del hijo, es un signo de la acción amorosa del Dios que crea nuevas vidas con la colaboración del hombre y de la mujer unidos a través del vínculo matrimonial (FC nn. 28-35).
Desde estas claves de comprensión, Juan Pablo II lanzaba al inicio de la tercera parte un grito que conserva aún hoy toda su frescura: «¡Familia, sé lo que eres!». Cuando la familia descubre qué es, puede iniciar el camino hacia lo que debe ser, puede descubrir su misión, que consiste en «custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa» (FC n. 17).
La óptica del amor permite comprender los objetivos generales que articulan dicha encíclica, entre ellos la formación de una comunidad de personas al servicio de la vida, participando en el desarrollo de la sociedad y en la misión de la Iglesia.
Por último, juzguemos en qué ocupamos nuestro tiempo como padres, en un millón de cosas para darle a nuestros hijos lo que nunca tuvimos? (lujos, ropa de marca, dinero, etc…) o en tiempo y dedicación en el hogar para darle lo que sí tuvimos (respeto, valores, temor a Dios).

Sólo en el equilibrio de las cosas se encuentra la virtud, no coloquemos nada por encima de la familia. Toda familia unida es feliz sin importar la posición económica, los valores humanos no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No existe la familia perfecta, pero si aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.

Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez

LA PARÁBOLA DEL BUEN CATEQUISTA (Lc. 10, 25-37)

LA PARÁBOLA DEL BUEN CATEQUISTA (Lc. 10, 25-37)

Adaptación por el Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez

En aquel tiempo, el Señor Jesús estaba a la puerta de un lujoso hotel donde se desarrollaba un Congreso sobre: “La Catequesis y su Impacto en la Sociedad”. Y sucedió que, habiendo terminado las conferencias de ese día, comenzaron a salir los expertos e invitados especiales. Jesús reía de buena gana con tres niños que bailoteaban a su alrededor ante el disgusto de algunos de sus discípulos.

Entonces, un doctor en Sagrada Teología, que reconoció a Jesús, decidió ponerlo a prueba, un poco por curiosidad y otro poco por vanidad ante sus colegas.

Así, se acercó a Jesús y le dijo:

― “Maestro, ¿qué tengo que hacer para ser un buen catequista?”

Jesús le preguntó, a su vez:

― “¿Qué está escrito en los libros de Sagrada Teología y Catequética que lees?”.

― “Respeta la etapa evolutiva del niño, incentiva en el niño el deseo de aprender y conocer a Dios, y acompaña al niño con justicia y amor” – recitó el doctor en Sagrada Teología, provocando un murmullo de aprobación de los presentes.

― “Has respondido muy bien” – le dijo Jesús –, “obra así y alcanzarás la vida eterna por el camino de la Iniciación Cristiana”.

Pero el doctor en Teología, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta:

― “¿Y cómo debe catequizar un Buen Catequista?”.

Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió:

Un joven asistió a la catequesis de su parroquia durante algún tiempo, los días pasaban y el joven solo veía crecer dentro sí, una sensación de agobio y extrañeza ante todas las propuestas que se le hicieran. El vínculo con sus catequistas se deterioraba día a día, ya sea por la falta de sentido en las ofertas que se le hacían, ya sea por la dificultad enorme que enfrentaba cada vez que se le hablaba “sobre cuestiones sobrenaturales” o por lo desconectado que le resultaba el ambiente de la catequesis con respecto a su realidad familiar y cotidiana.

Un día se cansó de estar encerrado entre esas cuatro paredes, se cansó de los gestos que muchas veces solo lo humillaban, se cansó de tantas palabras que le auguraban un futuro luminoso que, sin embargo, ignoraban la oscuridad de su presente, se cansó también de esas dinámicas que le negaban protagonismo, se cansó de una catequesis presentada como una clase más con tareas y exámenes por aprobar. Entonces salió de allí, se colocó los audífonos de su IPod, se dispuso a pasar el tiempo haciendo nada y, aturdido, como herido de muerte en su esperanza, se sentó al costado de la vida… su vida… a verla morir de a poco.

Ocurrió entonces que pasaron dos altos Sacerdotes de la Curia Romana y comentaron casi al unísono:

― “¡Cuántos niños desaprovechan su tiempo!, en este país donde la igualdad de posibilidades es un hecho, esta gente es una afrenta. Muy mal hace este panorama a nuestras estadísticas de formación católica”.

Y mirando al joven lo recriminaron diciéndole:

― “¡Deja ya de aturdirte! Buscaremos en algún momento alguna norma que atienda tu caso, pero mientras tanto, como sea, debes regresar a la catequesis”.

El joven, por supuesto, no escuchaba, pero comprendió por la adultez de sus rostros que lo estaban retando, se recostó sobre la vereda y cerró sus ojos.

Los dos sacerdotes prosiguieron su camino rápidamente, sin advertir que tras ellos venían tres catequistas que acababan de terminar su diplomado de capacitación sobre problemática socio-catequética y educativa en contextos de exclusión para la Iglesia en América Latina.

Al ver al chico y su actitud de abandono, comentó uno de ellos:

― “Típica consecuencia de un sistema de catequesis que excluye a los jóvenes, no se hace más que replicar las dinámicas típicas del sistema, victimizando a las clases marginales” dijo el primero.

― “Así es, la iniciación cristiana otorga significado a la cultura dominante, aumentando la brecha ante los oprimidos, que abandonan la catequesis porque no hallan en ella los valores de su propia cultura popular”, completó el segundo, sin tomarse un respiro (tal era la sobrecarga de ansiedad que le provocaba poder expresar con tanta claridad su comprensión del hecho que observaba).

El tercero, no sólo asintió a lo dicho, sino que se sintió obligado a agregar:

― “...lo que provoca un deterioro en la fe que, a su vez, genera una crisis de identidad… ¡todo un problema complejo hermanos catequistas!”.

Satisfechos por poder explicar la situación de este joven devenido en objeto de estudio, prosiguieron su marcha.

Al rato, pasó por allí una catequista, que casi se tropieza con el cuerpo del muchacho. Venía ensimismada, recordando que la Hermana directora de la escuela de Catequesis de su parroquia, donde servía hasta doble turno, le había llamado la atención por el atraso en la entrega de sus planificaciones para el itinerario de catequesis de la parroquia. Además, grave error, no había elaborado las expectativas de logro, concordantes con el Proyecto Catequético para dicho período, el cual estaba acordado en reunión con los Padres más lúcidos de la Comunidad Eclesiástica. En la prolija carpeta, donde tan importante documento se guardaba para mostrar al Sacerdote encargado de la Catequesis a nivel diocesano, apenas visitara la parroquia, sólo faltaba su aporte.

De nada sirvió que dedicara tiempo extra a Ricardito, que, con sus 12 años, se hacía cargo de tres hermanos más pequeños mientras la mamá trabaja de mucama para mantener el hogar. De nada sirvió que entregara un proyecto de trabajo solidario para colaborar junto a sus catequizandos con un comedor comunitario que se estaba armando en la Parroquia del barrio.

Su primera reacción, ante el joven tirado en la vereda, fue de perplejidad. Sintió que no tenía una respuesta adecuada para él. Le pasaba esto a menudo; por eso le gustaba ser catequista. La perplejidad la impulsaba a aprender. Se sentó al lado del joven, le retiró el auricular de la oreja izquierda y se dispuso a escuchar la misma música que él, a través de su oído derecho.

El final de la canción fue la ocasión para que nuestra catequista, le extendiera su mano al joven; lo miró en silencio y con un ademán lo invitó a caminar. La sencillez del gesto y la serenidad de la mirada vencieron toda resistencia. Eran muchas las heridas que habían dejado en el alma de aquel joven aquellos que le robaron la ilusión y la fe, así que la catequista, tuvo que cargarlo sobre su propia esperanza. Comenzó a explicarle cuál era su razón de vivir, los valores que daban sentido a su existencia, bastante complicada por cierto y descubrió la enorme potencia que tenía la pedagogía de la ternura puesta en juego en este encuentro con el joven.

El joven, que había comenzado a caminar con apatía, poco a poco sintió que ardía su corazón al escuchar las palabras de esta catequista. Paulatinamente se alejaron de las calles céntricas y el suburbio los atrapó en un abrazo de sol de tardecita, calles de barro, olorcito a pan caliente, oración en comunidad y sonidos de encuentro fraterno del pueblo.

Al llegar a una encrucijada de caminos se encontraron con una escuela de catequesis parroquial. La catequista conversó con los encargados de la misma y les dijo antes de partir:

― “Tengan con él un poco de paciencia, porque su alegría todavía está convaleciente, su esperanza aún está cicatrizando, por lo tanto, sus deseos de conocer y amar a Dios, sólo hablan en voz baja. Enséñenle con ternura, ayúdenlo a descubrir su propio poder, ese que brota de lo hondo de la fe que el Señor nos regala a cada uno de manera única y, si algo no entendiera, cuando vuelva yo a pasar se lo explicaré personalmente”.

Terminado el relato, Jesús le preguntó al doctor en Teología,

― “¿Quién te parece que se comportó como Buen Catequista del joven herido?”.

El doctor contestó:

― “La Catequista que pasó en último término. Supo hacerle compañía, le regaló primero su silencio y luego su palabra, y entabló con él un compromiso: compartir la esperanza por medio de la fe y la caridad”.

Y Jesús le dijo:

― “Ve y procede tú de la misma manera”.

FIN.

Creo que lo que no se le puede perdonar a un catequista es el desamor por sus catequizandos y por su Iglesia. Cuando se ama, se hace lo necesario y más”.

“Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez”

¿Cómo nace la costumbre de hacer el signo de la cruz? ¿Quién es el primer autor que habla de ella?

El signo de la cruz es el primer gesto de fe que aprendemos y es el que acompaña a cada oración oficial o personal de la Iglesia. La simbología que expresa es límpida, especialmente cuando está acompañado por las palabras “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Su historia es antiquísima y se pierde en los orígenes de la Iglesia apostólica, que inicia a estructurar su propia fe a través de gestos y palabras comunes.
 
Los primeros testimonios se remontan a la época de los padres de la Iglesia, y se refieren al pequeño signo de la cruz, el único entonces en uso, hecho con el pulgar generalmente en la frente, a veces en otras partes del rostro y después del cuerpo. Tertuliano, autor a caballo entre los siglos II y III, habla de un uso personal y difundido del signo de la cruz. En una obra clave en que compara el compromiso bautismal de los cristianos con el juramento de los soldados del imperio, afirma: “Si nos ponemos en camino, si salimos o entramos, si nos vestimos, si nos lavamos o vamos a la mesa, a la cama, si nos sentamos, en estas y en todas nuestras acciones nos marcamos la frente con el signo de la cruz” (La corona de los soldados, III,4).
 
Poco más tarde aparecen los primeros testimonios litúrgicos. Se trata siempre del pequeño signo de la cruz, que acompaña en varios momentos a la liturgia bautismal, con la que se comunica el misterio de la Pascua de Cristo, para vivir en la comunión de la Trinidad.Según la Tradición apostólica, venerable texto litúrgico de ambiente romano del siglo III, el último exorcismo con el que se manda al espíritu enemigo que se aleje de los candidatos al Bautismo se acompaña de un signo de la cruz sobre la frente, sobre las orejas y sobre la nariz (n. 20). Al término del rito, la unción en la frente con el sagrado crisma sella el rito bautismal: el obispo “lo signe sobre la frente, lo bese y diga: “El Señor esté contigo”, y el que ha sido signado responda: “Y con tu espíritu” (n. 21).
 
El gesto, después, acompaña la vida personal de fe del creyente: “Cuando eres tentado, márcate devotamente la frente: es el signo de la Pasión, conocido y experimentado contra el diablo si lo haces con fe, no para ser visto por los hombres, sino presentándolo como un escudo” (n. 42).
 
La costumbre de signarse también el pecho se remonta al siglo V: nace en el Oriente cristiano, se difunde después en la Galia y en el ritual romano (unción con el óleo de los catecúmenos; durante la Misa al principio de la lectura del Evangelio). Siempre en Oriente, durante el siglo VI, nace la costumbre de signarse con tres o dos dedos abiertos, mientras que los demás permanecen cerrados. El gesto se refiere a las luchas teológicas para definir la fe en la Trinidad (los tres dedos abiertos) o en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre (los dos dedos abiertos). De nuevo, la costumbre para a la tradición latina. Tenemos de ella una representación plástica en un bajorrelieve en la catedral de Módena (Italia), que se remonta al siglo XII, donde se ven algunos fieles que se signan sobre la frente con los tres dedos abiertos, ante el sacerdote que inicia a leer el Evangelio.
 
El uso de un gran signo de la cruz nace en los monasterios hacia el siglo X, pero probablemente se remonta a épocas anteriores, especialmente en el uso privado. Al principio se trazaba aún con los tres dedos abiertos y bajando de la frente al pecho, pasando después del hombro derecho al izquierdo. La tipología del gesto es típicamente oriental. En momentos posteriores, la tradición occidental comenzó a usar la mano extendida, invirtiendo el sentido de izquierda a derecha. Esta forma es codificada en la liturgia romana sólo con la reforma litúrgica del siglo XVI, después del concilio de Trento (Misal de san Pío V).

Finalmente, recordemos que el signo de la cruz estaba muchas veces acompañado por una fórmula. La trinitaria, que usamos todavía hoy, se remonta a la redacción del Evangelio y se convirtió en canónica desde la reforma carolingia del siglo IX. Pero se usaban también otras fórmulas, como cuando se abre la oración de la mañana signándose la boca diciendo: “Señor, ábreme los labios”. Los Griegos suelen decir: “Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten piedad de nosotros”. Este gesto, a través de las pequeñas modificaciones, ha acompañado la vida de fe de la Iglesia a lo largo de los siglos. Volviendo a lo que decíamos al principio, es como unincipit para los momentos de fe que el creyente tiene la conciencia de vivir. A través de la Pascua de Cristo, en la que estamos inmersos a través del Bautismo, somos llamados a vivir en el amor de la Trinidad: el signo de la cruz nos recuerda a todos cuál es la esperanza a la qye hemos sido llamados.
 
Por el padre Valerio Mauro, profesor de Teología Sacramental. 
Artículo publicado por Toscana Oggi

sábado, 25 de octubre de 2014

LECTIO DIVINA PARA CATEQUISTAS - EJEMPLO

LECTIO DIVINA PARA CATEQUISTAS - EJEMPLO

27 de mayo de 2013 a la(s) 10:18
AGREGA TÚ MISMO LA LECTURA Y SIGUE LA DINÁMICA DE ESTE HERMOSO MEDIO DE ORACIÓN Y COMUNICACIÓN CON DIOS.

LECTIO DIVINA
CÓMO ORAR CON LA PALABRA DE DIOS
La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, que nos ama y sale a nuestro encuentro. Estos pasos nos van llevando al mismo interior de la Palabra.
(Dedica 30 minutos al siguiente ejercicio)

 ANTES DE CUMPLIR LOS PASOS, LÉELOS TODOS EN VOZ ALTA PARA QUE PUEDAN CONOCERLOS Y EVITAR PERDERSE EN EL CAMINO.
Canto de Apertura (si es posible)
1.    Invoca al Espíritu Santo. Pídele que te ilumine y te guíe a la comprensión de la Palabra, que te anime a la respuesta con tu vida.
2.    Lee muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo. Lee también algún comentario, si tienes a la mano, que te ayude a conocer mejor el sentido del texto. Dale tiempo al Señor y escucha el mensaje que él quiere darte en esta Palabra.
Lectura Del santo Evangelio según Juan 16,23b-28
En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre.» Palabra del Señor.
3.    Medita qué te dice la Palabra que has leído lentamente. Una vez que hayas captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta pregunta: ¿qué me dice esta Palabra?
4.    Ora. Respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la Palabra meditada. Tu actitud sea la de la Virgen María: “Hágase en mí según tu Palabra”.
5.    Contempla. Quédate impresionado, fascinado, en silencio, en calma. Déjate animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor del sol.
6.    Actúa. Haciendo un compromiso que brote de este encuentro con el Señor. Es el salto a la vida, animada e invadida por la Palabra.
7.    Si lo deseas, puedes compartir algún comentario (15 min para intercambio).
Canto Final (si es posible)

Recuerda: el Evangelio es el libro de la vida del Señor y está escrito para que se convierta en el libro de nuestra vida.



CRISTIANO VIP O LIGHT??

CRISTIANO VIP O LIGHT??

7 de noviembre de 2011 a la(s) 21:09
¿ERES UN CRISTIANO CATÓLICO VIP O LIGHT?
Muchos cristianos quieren con sus actitudes domesticar a Dios como si fuera la mascota de la casa, no queriendo que se haga la Voluntad de Dios, sino imponer la suya por encima de la de Él, haciendo las cosas como nosotros queremos y no como Él nos la pide y nos las exige, no por capricho suyo sino para nuestro bien. Tomando en cuenta que con este artículo no se quiere en ningún momento ofender ni menospreciar a nadie, sino más bien la intención es la de hacer reaccionar y cambiar de actitud, tomando el camino correcto en todos aquellos hermanos nuestros que viven una religión y práctica de fe a su manera y a sus conveniencias; sin tomar en cuenta la palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia; justificando todo el tiempo sus fallas, errores y pecados. Es por ello que presentamos unos ítems para saber en cuál de estos cristianos católicos te ubicas:
El católico VIP dice/hace:
* Yo no me confieso con un cura porque ése es más pecador que yo, mejor me confieso directamente con Dios, es decir, nunca quieren hablar con el cajero del banco sino siempre directamente con el gerente. Es más yo no tengo por qué estar ventilando mis problemas con otra persona.
* Católico VIP es aquel que dice yo no voy a esa Iglesia porque no hay donde parar el carro, o ese templo todavía no está terminado, o el sonido es malísimo y el cura habla mucho.
* Católico VIP es el que dice cuando mi hijo(a) se case tiene que ser en la Catedral, con alfombra roja por la nave central, y que lo(a) case el Obispo y no el cura de la parroquia. Seguro a éstos les diría Jesús: “sepulcros blanqueados” solo velan por lo externo y no aman a Dios con todo el corazón.
* Católico VIP, es el que le dice a su párroco: Padre hágame la misa sólo para mí y mi familia y "yo le pago" lo que usted me diga. Esto es realmente aberrante pues el sacrificio de Jesús no tiene precio más le valiera no haberse expresado de tal manera.
* Católico VIP es el que le gusta que lo nombren públicamente cuando hace un bien o da limosna a un hermano necesitado. Recuerda que sí eso es lo que quieres, recibirás aquí tu paga “que no sepa la mano derecha lo que hace la izquierda”.
* Católico VIP es aquel que quiere que el sacerdote lo atienda solo a él y a su familia cuando ellos dicen, como si no tuviera más nada que hacer ni atender. Es lamentable que los fieles tengan este tipo de actitudes.
* Católico VIP es aquel que durante la Misa atiende el BlackBerry/Celular sin importarle si fastidia a los demás y peor aún menospreciando el espacio sagrado de la Celebración.
* Católico VIP es el que pide que se le celebre la misa sola a su difunto, porque: "no me gusta comunitaria" y quiero que me lo nombre a él sólo y le cante el responso al él y a nadie más, como si Dios fuera egoísta o en el cielo hubiera una sala para "RESUCITADOS VIP". Como si durante la Misa sólo Dios viera esa única alma y no a toda la humanidad viva y difunta, como realmente sucede.
En fin, es todo aquel que quiere un sitio exclusivo dentro de la Iglesia y en cada celebración: que me bauticen el hijo sólo, que haga sólo su primera comunión sin el más mínimo sentido de vida comunitaria, es más quiere que se le trate mejor y diferente a todos los demás fieles de su parroquia.

El católico Light dice/hace:
* Católico Light, yo no voy a Misa todos los domingos sino cuando me provoca. Menospreciando la celebración de la Resurrección de Jesús cada domingo.
* Católico Light, yo no voy a Misa porque no me gusta ser como esos que van a criticar a los demás, a mirar cómo van vestidos, a darse golpes de pecho, a veces salen hasta peor. Siempre buscan un pretexto y les atribuyen su error a los demás. “Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
* Católico Light, para qué me confieso si yo no he matado a nadie ni he robado, no me he portado mal con nadie, y no se percata que todos pecamos de pensamiento, palabra, obra y omisión y no con tres mandamientos sino con los diez.
* Católico Light, es el que dice: "soy Cristiano Católico, amo a Dios con todo mi corazón" pero se queda en eso, en una frase no la pone en práctica, solo teoría. No se involucra con las actividades del Templo, no lee la Sagrada Escritura ni contempla los misterios de la vida de Jesús en el Santo Rosario.
* Católico Light, es el que cuando está muy bien ama a Dios y dice maravillas de Él, pero cuando algo malo le sucede comienza a rebelarse contra él y a atribuirle todos sus males. Cuando llega la hora de la prueba no ofrece sus dolores y sufrimientos por la salvación de las almas sino que se rebela contra Dios y anida en su corazón venganza hasta no ver vencidos a sus enemigos. ¿Se podrá llamar cristiano a esta persona? No vive el mandamiento Jesús: “Amen a sus enemigos” Amar es perdonar, no es olvidar, es recordar lo pasado, no es olvidar, es recordar lo pasado sin odio haciendo cesar los rencores y arremetidas vengativas.
VIP significa del inglés: Very (muy) Important (importante) Person (persona).
Que nos guíe Dios
Recordemos que Dios nos quiere unidos en la fe y en el amor y para Él no existe ningún tipo de distinción ni exclusión en cuanto a: credo, raza, ideologías, condición social, entre otros. Para Dios todos somos gente muy importante. Hagamos el propósito de dejarnos guiar por Él a través de su palabra y de la Doctrina de nuestra Iglesia Católica.

Mensaje para la semana de la Catequesis 2012 en la Diócesis de San Cristóbal

Mensaje para la semana de la Catequesis en la Diócesis de San Cristóbal

16 de septiembre de 2012 a la(s) 20:24
                                                                             Diócesis de San Cristóbal
                                                            SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
                                                                                        VENEZUELA

                                                TEMA DE REFLEXIÓN PARA LA SEMANA DEL CATEQUISTA
                                                                           del 23-09 al 30-09 de 2012

 “Solamente en íntima comunión con Cristo, los Catequistas encontrarán luz y fuerza para una renovación auténtica y deseable de la Catequesis
(Catechesi Tradendae 09)


Queridos(as) Catequistas, la realización de la Semana de la Catequesis, del 23 al 30 de septiembre de 2012 en nuestra amada Diócesis de San Cristóbal, ofrece la posibilidad a la comunidad cristiana, diocesana y parroquial, de manifestar su aprecio y reconocimiento por la labor que realizan los(as) catequistas.

Con ocasión de esta celebración quiero hacerles llegar unas breves reflexiones para:

  1. Descubrir el Momento de Gracia que Dios nos regala
  2. Iluminar nuestras vidas con la sagrada luz del Magisterio de la Iglesia
  3. Rehacer un camino de fe día a día para el Señor Jesús, su Misión y su Reino.


1.- Momento de Gracia que Dios nos regala

Los momentos de gracia y bendición en nuestras vidas, no son sucesos aislados y sin concordancia que suceden a veces por mera coincidencia o descuido del destino. Muy lejos de esto, como católicos, debemos estar seguros de que cada situación es parte de ese hilo que Dios utiliza para tejer y entrelazar el mejor bordado de la fe en cada uno de nosotros.

Por ello, esta semana de la catequesis, no es un suceso aislado y sin sentido que deba llamar la atención únicamente a los catequistas de nuestra Diócesis. Todo lo contrario, todas las diócesis en Venezuela, durante los meses de Agosto, Septiembre y siguientes, celebran dicha semana brindando homenaje a nuestros valiosos catequistas. Aún más, dicha celebración se encuentra entretejida con los 20 años del Catecismo Universal de la Iglesia Católica, publicado por el Beato Juan Pablo II en el año 1992; aunado a la pronta celebración de los 73 años del Ier Congreso Catequético en nuestra Diócesis de San Cristóbal, los 50 años del Concilio Vaticano II, los maravillosos 90 años de fe como Diócesis, la Apertura del Año de la fe donde los catequistas jugamos un papel importantísimo en dicha celebración…., y un sinfín de ocasiones y oportunidades entretejidas por la mano de Dios y colocadas en nuestras vidas para fortalecer la fe y llevar su resplandor a aquellos lugares donde aún hay tinieblas y sombra de muerte (Cfr. Lc 1, 79), es decir, una vida alejada de Dios.

Vale destacar y recordar que la Gracia es el don o auxilio gratuito y sobrenatural de Dios por el que, respondiendo a su llamada, El nos prepara para ser adoptados como hijos en su Hijo por el Bautismo, nos hace participar de su misma naturaleza y nos constituye en herederos de la vida eterna (Cfr. Catecismo de la Iglesia n. 1996).

De manera sencilla, podemos decir que la gracia es la acción de Dios acercándonos a Él para que seamos sus Hijos.

Y todos estos acontecimientos y celebraciones que suceden a nuestro alrededor, son una maravillosa y espectacular invitación a que ustedes y yo nos incluyamos en ese plan de salvación que Dios nos tiene y que quiere tejer en la vida del ser humano, para que seamos dignos hijos suyos. Es Dios quien nos busca y quiere acercarnos a una vida íntima con su Palabra y su Comunión. Estos son los momentos de Gracia, las bendiciones a las que estamos llamados a descubrir, participar y comunicar en todos los rincones de nuestra Diócesis.


2.- Iluminar nuestras vidas con la sagrada luz del Magisterio de la Iglesia

A la luz de la primera Exhortación apostólica de Juan Pablo II, publicada en 1979: “Catechesi Tradendae” (CT), la catequesis ha sido asumida como una actividad primordial para la Iglesia, puesto que Jesús nos dio la instrucción de ir “de dos en dos” (Cfr. Mc 6, 7) llevando la buena nueva a todas las personas, sin importar raza, lengua pueblo o nación. Bajo esta necesidad surge este documento, para reforzar la catequesis ante un mundo que se encuentra en un cambio constante e irrefrenable.

En este sentido, hoy deseo invitarles a que meditemos un numeral del CAPITULO I: “TENEMOS UN SOLO MAESTRO: JESUCRISTO”, de esta hermosa y muy completa Exhortación Apostólica, que se ha convertido en la Carta Magna de nuestro Ministerio, nos enseña que el centro de la catequesis siempre debe ser Jesucristo, porque conociendo su vida y ejemplo, podremos llegar al conocimiento del amor del padre con el Espíritu; dándonos a conocer la Santísima Trinidad.

El catequista es el portavoz de la vida y obra de Cristo, siendo solamente un medio e instrumento de evangelización, el que obra siempre es Cristo, convirtiéndose así en el único Maestro; haciéndose un testimonio vivo de su doctrina que está reforzada en cada momento de su vida.

Así pues, leamos con atención este corto pero bien nutrido extracto que nos ayudará a encaminarnos en nuestro ministerio:

Enseñando con toda su vida 
9. No olvido, haciendo esto, que la majestad de Cristo que enseña, la coherencia y la fuerza persuasiva únicas de su enseñanza, no se explican sino porque sus palabras, sus parábolas y razonamientos no pueden separarse nunca de su vida y de su mismo ser. En este sentido, la vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y los pobres, la aceptación del sacrificio total en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación. De suerte que para los cristianos el Crucifijo es una de las imágenes más sublimes y populares de Jesús que enseña.
Estas consideraciones, que están en línea con las grandes tradiciones de la Iglesia, reafirman en nosotros el fervor hacia Cristo, el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria.
Solamente en íntima comunión con Él, los catequistas encontrarán luz y fuerza para una renovación auténtica y deseable de la catequesis.


De esta lectura, es necesario que saquemos frutos abundantes de vida nueva para todos nosotros. Entre ellos, el conocer a profundidad esta Exhortación Apostólica, sin la cual, nuestro modo de ver la catequesis se puede convertir en estéril e incluso egoísta, desmembrándonos de la propia comunión con la Iglesia.

Cristo es quien enseña, Él es el Maestro, por eso, tal y como decía San Pablo, debemos tener los mismos sentimientos de Cristo (Cfr. Filp 2, 5) pensar como Él, y eso solo lo logra una persona que sigue a Cristo y no al mundo (Cfr. Mc 8, 33), es justo en ese momento donde dejamos de ser siervos, esclavos, trabajadores, simples asalariados de la viña del Señor y nos convertimos en sus amigos, porque conocemos su palabra, conocemos su plan de salvación, lo vivimos y lo comunicamos a los demás, principalmente con “testimonio” (Cfr. CT 10 ).

En otras palabras, lo que celebramos en la Sagrada Eucaristía, el “haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19), es lo que debemos vivir y dar a conocer a los demás, que cada uno seamos Eucaristía, porque hacemos presente a Cristo con nuestros pensamientos, palabras y obras.

Dadas estas consideraciones, pensemos en lo siguiente:

¿Qué me dice personalmente esta lectura de la Exhortación Apostólica?
¿Qué compromiso humano y espiritual deseo asumir como catequista según la reflexión?
¿Cómo catequesis parroquial, que propósitos a corto plazo podemos practicar?


3.- Rehacer un camino de fe día a día para el Señor Jesús, su Misión y su Reino.

Vivir el llamado que el Señor nos hace en ese “Ven y Sígueme” (Lc 18, 22) sirviéndole fielmente como verdaderos discípulos suyos en el ministerio que se nos ha encomendado, implica abrirse a un nuevo horizonte en la vida, rehacer la experiencia de nuestro padre Abraham al dejarlo todo para hacer camino… el camino de Dios. Como nuevo nacimiento, esta senda nos sorprenderá con la ternura de Dios que nos revela la gratuidad de su inmenso amor y el camino a seguir para alcanzarlo.

Todos los días estamos llamados a rehacer ese camino de fe (Porta Fidei n. 2), puesto que las ambivalencias del mundo pagano y de la sociedad absorbente, buscan desviarnos y hasta hacernos perder de esta vía. Por eso nuestra vida es una búsqueda constante de lo divino, una continua conversión de nuestras debilidades y un largo peregrinaje anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (Cfr. 1Co 11, 26).

Así pues, se hace necesario meditar sobre cómo hacer eficaz nuestro ministerio y descubrir día a día nuestra propia y verdadera identidad como catequistas, amigos, discípulos dispuestos a multiplicar nuestros dones y a tocar y transformar la vida de otras personas en el seguimiento de Jesús y su evangelio.


3.1.- Eficacia del Ministerio Catequético

Todo buen catequista debe considerar como su primordial preocupación adecuar su propia vida espiritual a aquello que enseña, pues “nadie da lo que no tiene”, o mejor dicho: “no vive”. Más aún, como decía el buen San Antonio de Padua: “nuestro peor error es creer pero no vivir lo que creemos”.

La verdadera eficacia de nuestro ministerio, no se simplifica en el conocimiento de sistemas pedagógicos, andragógicos, psicológicos o incluso teológicos que, sin dejar de ser importantes, son complementos de algo mucho más ulterior: reflejar a Cristo, acercarnos a Él.

Por ende, nuestro servicio solo se puede hacer eficaz en la medida en que vivamos una auténtica vida cristiana, y esto solo lo hace posible una verdadera oración, dejemos de limitarnos con rezos, y oremos de verdad a través de ellos; meditemos la palabra de Dios, no basta solo con leerla o escucharla, no hacemos nada con ello, seamos fieles en el cumplimiento de nuestros deberes cristianos, entendamos ya que nuestras vidas, la de nuestras familias y entorno mejorará si tu y yo lo hacemos de verdad, practicando la caridad, viviendo la esperanza, participando de la comunión y reconciliación frecuente…


3.2.- Identidad del Catequista

Al hablar de identidad, hablamos de una forma de ser, vivir, actuar, expresarse, sentir e incluso desenvolverse en todo momento. No podemos caer en las máscaras que nos impone la sociedad, donde lo importante no es ser (tener personalidad y criterios), sino hacer (dejarse envolver por los criterios del mundo). Un catequista verdadero, se encuentra cada día en la búsqueda de su propia identidad, abriendo su corazón a Dios y a las infinitas gracias que Él mismo le concede, y que solo puede descubrir un discípulo fiel.

Sin embargo, los embates de esta vida presente, pueden desviar nuestro peregrinar, hablamos de las tentaciones y sin sabores que se pueden presentar en nuestro servicio catequético, muchos de ellos, por falta de una vida espiritual, de una búsqueda constante del crecimiento de nuestra fe, y de una espiritualidad pobre; otros, más bien fundados por una errada motivación en nuestro servicio. Es aquí donde aparecen los catequistas de profesión y los de vocación, que bien pudiésemos compararlos con aquel pasaje del evangelio cuando Jesús visita a Marta y María (Cfr. Lc 10, 38-42).

Catequista de profesión
Esta es una vida tergiversada de la fe, en la que muchos creen estar cerca de Dios, pero la verdad es que cada vez se alejan más de Él por trabajar con las intenciones erróneas.

Compromiso: nos convertimos en catequistas con demasiada precipitación. Asumir el llamado de Cristo requiere de un proceso de conversión, de transformación sobre lo que Cristo pide, quiere, desea para mi vida, y que yo he mantenido distante por esa misma lejanía con Él. Por ese motivo no puedo pretender una conversión precipitada dada la urgencia o necesidad de más obreros en la viña, según la demanda de atención y comunicación de la buena noticia a quienes no la han escuchado aún; esta motivación errada, traerá consecuencias desastrosas para la viña, puesto que, ni nosotros habremos recibido como debe ser el mensaje del Señor en nuestra vida, ni mucho menos lo recibirán los que son catequizados. ¿Por qué? Es sencillo, las palabras solo adquieren poder con el testimonio, fidelidad entre lo que se dice y hace. Es necesaria una conciencia de formarnos, leer, crecer espiritualmente, encontrarnos con “Jesús”.

Obligación: nos limitamos a “dar catecismo”. Toda actitud tiene una consecuencia en la vida, y el precipitarnos a convertirnos en catequistas de la noche a la mañana, por necesidad y no por amor, por un deseo mero de colaborar, ocupar el tiempo, sentir que hago algo por la Iglesia…, sin escuchar lo que el Señor necesita de mí como hijo para ejercer un buen apostolado, las consecuencias serán: “dar catecismo”, limitarme a leer, dictar, revisar tareas, evaluar, conformarme con un catecismo o guía sin interiorizar primero cada tema y cada encuentro.

La teoría sin la práctica son solo letras…, nuestro objetivo es claro: que cada catequesis sea un verdadero encuentro con Jesús, para ti y para los tuyos. Por eso debemos prepararnos con la oración, la lectura, el estudio y formación…, recuerda “debemos hacer eficaz nuestro ministerio”.

 Rutina: nos estancamos en el mismo estilo de vida y actitud sin mejoramiento alguno. ¿Un retiro? ¡No puedo!, ¿una jornada de 3 meses de formación? ¡Me es imposible!, ¿estudiar, hacer un diplomado? ¡Tengo familia y cosas por hacer! Esto es rutina, vivimos limitando nuestras vidas a lo que queremos, y no somos capaces de abrirnos a las oportunidades que Dios nos da para crecer y nutrir nuestras vidas con lo que Dios nos ofrece, y que necesito, porque no se es catequista en un salón, o por horario, se es catequista a tiempo completo, porque todo lo que Jesús me da, debo darlo (Cfr. Mt 10, 8). No nos diferenciamos en nada a los adultos y representantes cuando les hablamos de 2 o 3 niveles de catequesis, las mismas caras, expresiones y pretextos, ¿por qué? no estamos marcando la diferencia, trabajamos para la Iglesia, pero no con la Iglesia, no con su proyecto y doctrina.


Catequista de Vocación
La vocación es algo sagrado, es un llamado que debe descubrirse, identificarse, sobre todo en la vida cristiana, esto hará que nuestro servicio sea puro y con las intenciones necesarias para luchar por mantenernos en dicho llamado de una manera alegre y espiritual.

Don: es un regalo, porque es un encuentro con Jesús. No somos nosotros quienes buscamos a Jesús, ni mucho menos quienes lo encontramos, es Jesús el Maestro (Cfr. CT 9) quien sale a nuestra búsqueda (Cfr. Lc 15, 1-7), a nuestro encuentro (Cfr. Lc 15, 11-32). Por eso la vocación es un regalo, como la vida, y cuando nos encontramos con esa luz, sucede la toma de conciencia y la necesidad de la conversión. Dicha necesidad, genera otras secundarias: orar mejor, leer, escuchar su palabra, reconciliarme con Dios lo más pronto posible, alimentarme con su comunión, asumir las dificultades de la vida con esperanza, es decir, hacer presente a Cristo en mi vida (Cfr. Gál 2, 20). Ser otro Cristo aquí en la tierra.

Servicio: predicamos a Cristo, no a nosotros. Cuando dejamos que Cristo dirija nuestras vidas, nuestro servicio pasa a ser amoroso, como el de Cristo, pregúntate: ¿Quieres imitar a Cristo de verdad? o ¿quieres ser una pantomima en la Iglesia? Lo que tu decidas, decídelo y cúmplelo, es hora de hacerle batalla al demonio, hacerle difícil la tarea, hagámonos más gratos a los ojos de Dios, no nos prediquemos a nosotros mismos, pidámosle a Dios que Él ocupe nuestro lugar donde quiera que vayamos, hagamos la diferencia y nuestro servicio será una ofrenda preciosa, invaluable, que nos dejará verdaderos cristianos comprometidos en nuestras parroquias y no, desertores,  como sucede hoy día en tantos lugares.

Sorpresa: el nacimiento de una vida nueva. Quien no nace de nuevo no podrá entrar al reino de Dios (Cfr. Jn 3, 1-15) estamos llamados a nacer de nuevo cada día, nacer para el Señor. Una vez, le escuché al Padre José Lucio León Duque, que uno de los detalles que el ser humano ha perdido, es la capacidad de maravillarse y sorprenderse por lo que Dios nos da cada día. Nos maravillamos más por la música, tecnología, edificios, que por una flor, la naturaleza, el silencio, o un niño que quiere decirnos en cada encuentro, cómo va su relación con Jesús, su familia… en fin, ¿dónde está tu espiritualidad catequista? ¿Quién eres?, ¿un catequista de profesión, o de vocación? Si es lo primero, el camino es corto, te cansarás rápido, y terminaras huyendo lleno de resentimientos; si es lo segundo, el camino es largo, te cansarás también, pero encontrarás fuerza, alivio y aliento en el Señor, y terminaras glorificando a nuestro Padre Dios con tu vida, tu servicio y tu amor.


¿Quién eres tú?


 “HÁGAN LO QUE ÉL LES DIGA” (Jn 2, 5)







FIESTA DE SAN PÍO X PATRONO DEL CATEQUISTA MENSAJE DEL DÍA DEL CATEQUISTA 2014 «INVITADOS Y ELEGIDOS A VIVIR EN INTIMIDAD CON CRISTO»

FIESTA DE SAN PÍO X
PATRONO DEL CATEQUISTA

MENSAJE DEL DÍA DEL CATEQUISTA 2014
A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESUS EN LA IGLESIA DE SAN CRISTOBAL

«INVITADOS Y ELEGIDOS A VIVIR EN INTIMIDAD CON CRISTO»

1.      Queridos amigos y hermanos, hoy recordamos al primer Papa santo del siglo XX: San Pío X, quien subió a la silla de Pedro en el año 1903. Adoptó como lema de su pontificado: “Renovar todas las cosas en Cristo”. Esta fue la consigna por la que trabajó con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Murió el 20 de agosto de 1914.
2.      Uno de los grandes aportes de este Papa santo fue la edición del “Catecismo Mayor” y su trabajo incansable por la difusión y la enseñanza del Catecismo, por eso en su día, el 21 de agosto, se celebra todos los años, el Día del Catequista, y es una ocasión bella para meditar a la luz del evangelio el Ministerio al cual hemos sido escogidos para ser formadores de “SANTOS” en nuestras comunidades.
3.    El Evangelio de hoy, según San Mateo (22,1-14), nos presenta a Jesús hablando en parábolas y, a la hora de referirse al Reino de Dios, elige “el banquete de bodas”. Esta parábola ofrece dos situaciones distintas. La primera, se refiere a quienes recibieron invitación. Y la segunda se centra en un invitado dentro de la sala del banquete. Observamos aquí, dos categorías de invitados: los privilegiados quienes no supieron honrar dicha preferencia por otros intereses aparentemente más importantes; y los otros, quienes no habían sido tomados en cuenta al principio pero que, al ser invitados, respondieron excelentemente, aun siendo unos buenos y otros malos. Sin embargo, esto no fue suficiente, había que asumir una exigencia: “el traje” (las exigencias del Reino de Dios). Por ello, vemos que uno al no cumplir con esto fue expulsado.
4.      En este sentido, el Papa de la nueva evangelización, Francisco, nos indica en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, que “La Alegría se renueva y comunica” (n. 2) y, citando al Papa Pablo VI, el catequista que entra en intimidad con Cristo debería recordar que: “un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo». Ese  Dios  está  vivo y  presente con  todo su  amor  en la  Palabra y

Eucaristía a la cual estamos llamados a recibir, vivir y comunicar cada día en este mundo que es su viña. Ese ha sido el trato, o más bien, la misión que el Señor nos ha encomendado” (n. 10).
5.      Así, el catequista se convierte, definitivamente, en una persona que cree y sigue a Jesús viviendo la alegría de ser su testigo. Lo escucha en la oración y en la lectura del Evangelio y lo descubre en el discernimiento comunitario y en la vida cotidiana intentando ver a las personas, las cosas, las situaciones, tal y como Jesús las vería hoy. El catequista se reconoce en búsqueda, en camino; no se cree ni dueño de la verdad ni el "maestro" que llega para esclarecer a los demás sino un instrumento que el mismo Jesús, presente en la comunidad, envía, sostiene y da fuerza para superar las oscuridades y dificultades.
6.      Por último, La receta es simple, y se reduce a tres cosas: 1) Un cristiano enseña catecismo, siempre que obra como cristiano. 2) Un cristiano enseña catecismo, siempre que habla como cristiano. 3) Un cristiano enseña catecismo, siempre que se interesa por los que se dedican a enseñarlo, ayudándoles con su dinero (poco o mucho), con su trabajo personal y perseverante, y por encima de todo y en primer lugar: con su oración de todos los días. La fórmula es simple, solo falta la voluntad firme para vivirla. Sí, todos tenemos que ser catecismos vivos, ¡Que con sólo vernos y oírnos los demás comprendan la doctrina de nuestra santa religión! Que San Pío X interceda ante el Señor para que seamos ¡Todos catequistas!
7.      Encomendando nuestro ministerio bajo la protección de nuestra Madre Santísima, María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, y de nuestro Santo Cristo de la Grita para que nos bendiga y nos guarde siempre, les deseamos un feliz día del Catequista los delegados vicariales del secretariado de catequesis diocesano y su director, recordándoles que lo esencial de la catequesis y la fe se trata de aprender lo que Jesús nos enseñó para vivir como Jesús vivió, no basta saber más, hay que vivir más y así nuestro testimonio será esa renovación de todo, Dios les bendiga.

Nombres de los delegados vicariales
Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez
Su hermano y compañero en el ministerio catequético.


«No escatimaré ni cuidado, ni trabajo, ni ardientes plegarias por la salvación de las almas. Mi esperanza está en Cristo». San Pío X

FIESTA DE SAN PÍO X PATRONO DEL CATEQUISTA MENSAJE DEL DÍA DEL CATEQUISTA 2013 RENOVARLO TODO EN CRISTO

FIESTA DE SAN PÍO X 
PATRONO DEL CATEQUISTA

MENSAJE DEL DÍA DEL CATEQUISTA 2013
A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESÚS EN LA IGLESIA DE SAN CRISTOBAL

«RENOVARLO TODO EN CRISTO: EUCARISTÍA Y PALABRA»

1.      Hoy la Iglesia Celebra la Memoria de San Pío X, declarado patrono universal de los catequistas, y es una ocasión bella para meditar a la luz del evangelio el Ministerio al cual hemos sido escogidos para ser formadores de santos en nuestras comunidades.
2.    El Evangelio de hoy, según San Mateo (19,30. 20,1-16), nos habla de algunas cosas importantes a la hora de trabajar en la viña del Señor: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros”, es evidente que esta parábola se dirige tanto a los que se han esforzado por vivir en medio de las virtudes desde el amanecer de sus vidas, como a aquellos que han encontrado tarde, de alguna manera, su conversión. Por esta misma razón, “trató con ellos un denario por día y los envió a su viña”, el tratar con ellos un denario, es la forma que el dueño de la viña utiliza para intentar preservarlos del orgullo y los reproches al final de la jornada. Lamentablemente, la recriminación es inminente, y esto sucede porque el Señor les indica “Quiero dar a éste que llega último lo mismo que a ti”, dando una esperanza a los tardíos de conversión para acercarse a su amor que es grande, infinito, misericordioso, y sobre todo, igual para todos. 
3.      La vida es una lucha constante con sus dificultades inciertas, y pretendemos que esas dificultades sean nuestra corona de gloria. Perdemos en muchas ocasiones nuestro tiempo y nuestro trabajo intentando renovar todo por nuestras propias fuerzas. Por ello, el Papa Pío X en su primera encíclica anunciaba que su meta primordial era la de "renovarlo todo en Cristo: Eucaristía y Palabra" y, sin duda que con ese propósito en mente, redactó y aprobó sus decretos sobre el sacramento de la Eucaristía. Así, recomendaba la comunión diaria, si fuese posible; que se facilitara el suministro de la comunión a los enfermos. También el Papa se preocupó por la Palabra, puesto que instaba a la diaria lectura de la Sagrada Escritura. Estas cuestiones fundamentales, deberían alentar nuestra reflexión acerca de nuestro testimonio de vida en el ministerio.
4.      En este sentido, el Papa de la nueva evangelización, Francisco, nos indica en su carta encíclica Lumen Fidei, que “La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor” (n. 4), y ese  Dios  está  vivo y  presente con  todo su  amor  en la  Palabra y Eucaristía  a  la cual estamos


llamados a recibir, vivir y comunicar cada día en este mundo que es su viña. Ese ha sido el trato, o más bien, la misión que el Señor nos ha encomendado.
5.      Por eso, cuando faltamos a la Eucaristía o a la reflexión de su Palabra por cualquier otra cosa que a su lado carece de importancia, le estamos quitando algo a la fe universal, a nuestra fe, y a la fe de aquellos que creen en Cristo y en su Iglesia a través de nosotros, y eso mis queridos hermanos, como dice el Santo Padre: “es quitarle algo a la verdad de la comunión” (n. 48). Esto requiere una reflexión más profunda de nuestra parte, porque no son los adornos los que alimentan nuestra fe y la fe de aquellos que debiéramos preparar para una vida cristiana y santa, sino la renovación profunda de la vivencia de nuestro ministerio, un ministerio que no puede llevarnos a olvidar los sufrimientos del mundo (cfr. n. 57), sino que, teniéndolos presentes, ayudamos a suscitar valientes guerreros que comprendan que estando con Cristo, todo es suficiente (cfr. Jueces 6, 12).
6.      En el marco de los 90 años de nuestra amada Diócesis de San Cristóbal, hemos podido vivir como una experiencia de gracia en nuestro ministerio, la celebración del II Congreso Eucarístico – Catequético, un acontecimiento que ha marcado nuestras vidas no sólo de manera histórica, sino que también nos ha permitido reunirnos para compartir la fe, y con la ayuda de Dios y de este Congreso, hacerla crecer y florecer como rosas plantadas en Jericó que nunca mueren. Hemos descubierto que la Palabra y la Eucaristía son esa bella prolongación del Amor y Misericordia de Dios en nuestras vidas (Cfr. Jr 31,3), por eso no podemos dejar de celebrarla, vivirla, conocerla y compartirla con el mundo, de lo contrario, estaremos acortando esa continuación de la Gracia divina en nuestras vidas y a nuestro alrededor.
7.      Por último, a manera de reflexión personal mi querida familia de catequistas, les quiero invitar a que juntos asumamos este ministerio con compromisos concretos que nos ayuden a ser formadores de santos. Oremos, meditemos la Palabra, Participemos activamente de la riqueza de la Eucaristía, seamos punto de unión y jamás de división, corrijámonos fraternalmente, apoyémonos unos a otros porque somos sus elegidos, y muy por sobre todo, recordemos que hemos sido llamados por Dios para ser Luz, y el que es luz, brilla donde sea, como sea y con quien sea.
8.      Encomendando nuestro ministerio bajo la protección de nuestra Madre Santísima, María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, y de nuestro Santo Cristo de la Grita para que nos bendiga y nos guarde siempre, les deseo un feliz día del Catequista, y que nuestro testimonio sea esa renovación de todo, Dios les bendiga.
Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez

Su hermano y compañero en el ministerio catequético.