sábado, 25 de octubre de 2014

Mensaje para la semana de la Catequesis 2012 en la Diócesis de San Cristóbal

Mensaje para la semana de la Catequesis en la Diócesis de San Cristóbal

16 de septiembre de 2012 a la(s) 20:24
                                                                             Diócesis de San Cristóbal
                                                            SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
                                                                                        VENEZUELA

                                                TEMA DE REFLEXIÓN PARA LA SEMANA DEL CATEQUISTA
                                                                           del 23-09 al 30-09 de 2012

 “Solamente en íntima comunión con Cristo, los Catequistas encontrarán luz y fuerza para una renovación auténtica y deseable de la Catequesis
(Catechesi Tradendae 09)


Queridos(as) Catequistas, la realización de la Semana de la Catequesis, del 23 al 30 de septiembre de 2012 en nuestra amada Diócesis de San Cristóbal, ofrece la posibilidad a la comunidad cristiana, diocesana y parroquial, de manifestar su aprecio y reconocimiento por la labor que realizan los(as) catequistas.

Con ocasión de esta celebración quiero hacerles llegar unas breves reflexiones para:

  1. Descubrir el Momento de Gracia que Dios nos regala
  2. Iluminar nuestras vidas con la sagrada luz del Magisterio de la Iglesia
  3. Rehacer un camino de fe día a día para el Señor Jesús, su Misión y su Reino.


1.- Momento de Gracia que Dios nos regala

Los momentos de gracia y bendición en nuestras vidas, no son sucesos aislados y sin concordancia que suceden a veces por mera coincidencia o descuido del destino. Muy lejos de esto, como católicos, debemos estar seguros de que cada situación es parte de ese hilo que Dios utiliza para tejer y entrelazar el mejor bordado de la fe en cada uno de nosotros.

Por ello, esta semana de la catequesis, no es un suceso aislado y sin sentido que deba llamar la atención únicamente a los catequistas de nuestra Diócesis. Todo lo contrario, todas las diócesis en Venezuela, durante los meses de Agosto, Septiembre y siguientes, celebran dicha semana brindando homenaje a nuestros valiosos catequistas. Aún más, dicha celebración se encuentra entretejida con los 20 años del Catecismo Universal de la Iglesia Católica, publicado por el Beato Juan Pablo II en el año 1992; aunado a la pronta celebración de los 73 años del Ier Congreso Catequético en nuestra Diócesis de San Cristóbal, los 50 años del Concilio Vaticano II, los maravillosos 90 años de fe como Diócesis, la Apertura del Año de la fe donde los catequistas jugamos un papel importantísimo en dicha celebración…., y un sinfín de ocasiones y oportunidades entretejidas por la mano de Dios y colocadas en nuestras vidas para fortalecer la fe y llevar su resplandor a aquellos lugares donde aún hay tinieblas y sombra de muerte (Cfr. Lc 1, 79), es decir, una vida alejada de Dios.

Vale destacar y recordar que la Gracia es el don o auxilio gratuito y sobrenatural de Dios por el que, respondiendo a su llamada, El nos prepara para ser adoptados como hijos en su Hijo por el Bautismo, nos hace participar de su misma naturaleza y nos constituye en herederos de la vida eterna (Cfr. Catecismo de la Iglesia n. 1996).

De manera sencilla, podemos decir que la gracia es la acción de Dios acercándonos a Él para que seamos sus Hijos.

Y todos estos acontecimientos y celebraciones que suceden a nuestro alrededor, son una maravillosa y espectacular invitación a que ustedes y yo nos incluyamos en ese plan de salvación que Dios nos tiene y que quiere tejer en la vida del ser humano, para que seamos dignos hijos suyos. Es Dios quien nos busca y quiere acercarnos a una vida íntima con su Palabra y su Comunión. Estos son los momentos de Gracia, las bendiciones a las que estamos llamados a descubrir, participar y comunicar en todos los rincones de nuestra Diócesis.


2.- Iluminar nuestras vidas con la sagrada luz del Magisterio de la Iglesia

A la luz de la primera Exhortación apostólica de Juan Pablo II, publicada en 1979: “Catechesi Tradendae” (CT), la catequesis ha sido asumida como una actividad primordial para la Iglesia, puesto que Jesús nos dio la instrucción de ir “de dos en dos” (Cfr. Mc 6, 7) llevando la buena nueva a todas las personas, sin importar raza, lengua pueblo o nación. Bajo esta necesidad surge este documento, para reforzar la catequesis ante un mundo que se encuentra en un cambio constante e irrefrenable.

En este sentido, hoy deseo invitarles a que meditemos un numeral del CAPITULO I: “TENEMOS UN SOLO MAESTRO: JESUCRISTO”, de esta hermosa y muy completa Exhortación Apostólica, que se ha convertido en la Carta Magna de nuestro Ministerio, nos enseña que el centro de la catequesis siempre debe ser Jesucristo, porque conociendo su vida y ejemplo, podremos llegar al conocimiento del amor del padre con el Espíritu; dándonos a conocer la Santísima Trinidad.

El catequista es el portavoz de la vida y obra de Cristo, siendo solamente un medio e instrumento de evangelización, el que obra siempre es Cristo, convirtiéndose así en el único Maestro; haciéndose un testimonio vivo de su doctrina que está reforzada en cada momento de su vida.

Así pues, leamos con atención este corto pero bien nutrido extracto que nos ayudará a encaminarnos en nuestro ministerio:

Enseñando con toda su vida 
9. No olvido, haciendo esto, que la majestad de Cristo que enseña, la coherencia y la fuerza persuasiva únicas de su enseñanza, no se explican sino porque sus palabras, sus parábolas y razonamientos no pueden separarse nunca de su vida y de su mismo ser. En este sentido, la vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y los pobres, la aceptación del sacrificio total en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación. De suerte que para los cristianos el Crucifijo es una de las imágenes más sublimes y populares de Jesús que enseña.
Estas consideraciones, que están en línea con las grandes tradiciones de la Iglesia, reafirman en nosotros el fervor hacia Cristo, el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria.
Solamente en íntima comunión con Él, los catequistas encontrarán luz y fuerza para una renovación auténtica y deseable de la catequesis.


De esta lectura, es necesario que saquemos frutos abundantes de vida nueva para todos nosotros. Entre ellos, el conocer a profundidad esta Exhortación Apostólica, sin la cual, nuestro modo de ver la catequesis se puede convertir en estéril e incluso egoísta, desmembrándonos de la propia comunión con la Iglesia.

Cristo es quien enseña, Él es el Maestro, por eso, tal y como decía San Pablo, debemos tener los mismos sentimientos de Cristo (Cfr. Filp 2, 5) pensar como Él, y eso solo lo logra una persona que sigue a Cristo y no al mundo (Cfr. Mc 8, 33), es justo en ese momento donde dejamos de ser siervos, esclavos, trabajadores, simples asalariados de la viña del Señor y nos convertimos en sus amigos, porque conocemos su palabra, conocemos su plan de salvación, lo vivimos y lo comunicamos a los demás, principalmente con “testimonio” (Cfr. CT 10 ).

En otras palabras, lo que celebramos en la Sagrada Eucaristía, el “haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19), es lo que debemos vivir y dar a conocer a los demás, que cada uno seamos Eucaristía, porque hacemos presente a Cristo con nuestros pensamientos, palabras y obras.

Dadas estas consideraciones, pensemos en lo siguiente:

¿Qué me dice personalmente esta lectura de la Exhortación Apostólica?
¿Qué compromiso humano y espiritual deseo asumir como catequista según la reflexión?
¿Cómo catequesis parroquial, que propósitos a corto plazo podemos practicar?


3.- Rehacer un camino de fe día a día para el Señor Jesús, su Misión y su Reino.

Vivir el llamado que el Señor nos hace en ese “Ven y Sígueme” (Lc 18, 22) sirviéndole fielmente como verdaderos discípulos suyos en el ministerio que se nos ha encomendado, implica abrirse a un nuevo horizonte en la vida, rehacer la experiencia de nuestro padre Abraham al dejarlo todo para hacer camino… el camino de Dios. Como nuevo nacimiento, esta senda nos sorprenderá con la ternura de Dios que nos revela la gratuidad de su inmenso amor y el camino a seguir para alcanzarlo.

Todos los días estamos llamados a rehacer ese camino de fe (Porta Fidei n. 2), puesto que las ambivalencias del mundo pagano y de la sociedad absorbente, buscan desviarnos y hasta hacernos perder de esta vía. Por eso nuestra vida es una búsqueda constante de lo divino, una continua conversión de nuestras debilidades y un largo peregrinaje anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (Cfr. 1Co 11, 26).

Así pues, se hace necesario meditar sobre cómo hacer eficaz nuestro ministerio y descubrir día a día nuestra propia y verdadera identidad como catequistas, amigos, discípulos dispuestos a multiplicar nuestros dones y a tocar y transformar la vida de otras personas en el seguimiento de Jesús y su evangelio.


3.1.- Eficacia del Ministerio Catequético

Todo buen catequista debe considerar como su primordial preocupación adecuar su propia vida espiritual a aquello que enseña, pues “nadie da lo que no tiene”, o mejor dicho: “no vive”. Más aún, como decía el buen San Antonio de Padua: “nuestro peor error es creer pero no vivir lo que creemos”.

La verdadera eficacia de nuestro ministerio, no se simplifica en el conocimiento de sistemas pedagógicos, andragógicos, psicológicos o incluso teológicos que, sin dejar de ser importantes, son complementos de algo mucho más ulterior: reflejar a Cristo, acercarnos a Él.

Por ende, nuestro servicio solo se puede hacer eficaz en la medida en que vivamos una auténtica vida cristiana, y esto solo lo hace posible una verdadera oración, dejemos de limitarnos con rezos, y oremos de verdad a través de ellos; meditemos la palabra de Dios, no basta solo con leerla o escucharla, no hacemos nada con ello, seamos fieles en el cumplimiento de nuestros deberes cristianos, entendamos ya que nuestras vidas, la de nuestras familias y entorno mejorará si tu y yo lo hacemos de verdad, practicando la caridad, viviendo la esperanza, participando de la comunión y reconciliación frecuente…


3.2.- Identidad del Catequista

Al hablar de identidad, hablamos de una forma de ser, vivir, actuar, expresarse, sentir e incluso desenvolverse en todo momento. No podemos caer en las máscaras que nos impone la sociedad, donde lo importante no es ser (tener personalidad y criterios), sino hacer (dejarse envolver por los criterios del mundo). Un catequista verdadero, se encuentra cada día en la búsqueda de su propia identidad, abriendo su corazón a Dios y a las infinitas gracias que Él mismo le concede, y que solo puede descubrir un discípulo fiel.

Sin embargo, los embates de esta vida presente, pueden desviar nuestro peregrinar, hablamos de las tentaciones y sin sabores que se pueden presentar en nuestro servicio catequético, muchos de ellos, por falta de una vida espiritual, de una búsqueda constante del crecimiento de nuestra fe, y de una espiritualidad pobre; otros, más bien fundados por una errada motivación en nuestro servicio. Es aquí donde aparecen los catequistas de profesión y los de vocación, que bien pudiésemos compararlos con aquel pasaje del evangelio cuando Jesús visita a Marta y María (Cfr. Lc 10, 38-42).

Catequista de profesión
Esta es una vida tergiversada de la fe, en la que muchos creen estar cerca de Dios, pero la verdad es que cada vez se alejan más de Él por trabajar con las intenciones erróneas.

Compromiso: nos convertimos en catequistas con demasiada precipitación. Asumir el llamado de Cristo requiere de un proceso de conversión, de transformación sobre lo que Cristo pide, quiere, desea para mi vida, y que yo he mantenido distante por esa misma lejanía con Él. Por ese motivo no puedo pretender una conversión precipitada dada la urgencia o necesidad de más obreros en la viña, según la demanda de atención y comunicación de la buena noticia a quienes no la han escuchado aún; esta motivación errada, traerá consecuencias desastrosas para la viña, puesto que, ni nosotros habremos recibido como debe ser el mensaje del Señor en nuestra vida, ni mucho menos lo recibirán los que son catequizados. ¿Por qué? Es sencillo, las palabras solo adquieren poder con el testimonio, fidelidad entre lo que se dice y hace. Es necesaria una conciencia de formarnos, leer, crecer espiritualmente, encontrarnos con “Jesús”.

Obligación: nos limitamos a “dar catecismo”. Toda actitud tiene una consecuencia en la vida, y el precipitarnos a convertirnos en catequistas de la noche a la mañana, por necesidad y no por amor, por un deseo mero de colaborar, ocupar el tiempo, sentir que hago algo por la Iglesia…, sin escuchar lo que el Señor necesita de mí como hijo para ejercer un buen apostolado, las consecuencias serán: “dar catecismo”, limitarme a leer, dictar, revisar tareas, evaluar, conformarme con un catecismo o guía sin interiorizar primero cada tema y cada encuentro.

La teoría sin la práctica son solo letras…, nuestro objetivo es claro: que cada catequesis sea un verdadero encuentro con Jesús, para ti y para los tuyos. Por eso debemos prepararnos con la oración, la lectura, el estudio y formación…, recuerda “debemos hacer eficaz nuestro ministerio”.

 Rutina: nos estancamos en el mismo estilo de vida y actitud sin mejoramiento alguno. ¿Un retiro? ¡No puedo!, ¿una jornada de 3 meses de formación? ¡Me es imposible!, ¿estudiar, hacer un diplomado? ¡Tengo familia y cosas por hacer! Esto es rutina, vivimos limitando nuestras vidas a lo que queremos, y no somos capaces de abrirnos a las oportunidades que Dios nos da para crecer y nutrir nuestras vidas con lo que Dios nos ofrece, y que necesito, porque no se es catequista en un salón, o por horario, se es catequista a tiempo completo, porque todo lo que Jesús me da, debo darlo (Cfr. Mt 10, 8). No nos diferenciamos en nada a los adultos y representantes cuando les hablamos de 2 o 3 niveles de catequesis, las mismas caras, expresiones y pretextos, ¿por qué? no estamos marcando la diferencia, trabajamos para la Iglesia, pero no con la Iglesia, no con su proyecto y doctrina.


Catequista de Vocación
La vocación es algo sagrado, es un llamado que debe descubrirse, identificarse, sobre todo en la vida cristiana, esto hará que nuestro servicio sea puro y con las intenciones necesarias para luchar por mantenernos en dicho llamado de una manera alegre y espiritual.

Don: es un regalo, porque es un encuentro con Jesús. No somos nosotros quienes buscamos a Jesús, ni mucho menos quienes lo encontramos, es Jesús el Maestro (Cfr. CT 9) quien sale a nuestra búsqueda (Cfr. Lc 15, 1-7), a nuestro encuentro (Cfr. Lc 15, 11-32). Por eso la vocación es un regalo, como la vida, y cuando nos encontramos con esa luz, sucede la toma de conciencia y la necesidad de la conversión. Dicha necesidad, genera otras secundarias: orar mejor, leer, escuchar su palabra, reconciliarme con Dios lo más pronto posible, alimentarme con su comunión, asumir las dificultades de la vida con esperanza, es decir, hacer presente a Cristo en mi vida (Cfr. Gál 2, 20). Ser otro Cristo aquí en la tierra.

Servicio: predicamos a Cristo, no a nosotros. Cuando dejamos que Cristo dirija nuestras vidas, nuestro servicio pasa a ser amoroso, como el de Cristo, pregúntate: ¿Quieres imitar a Cristo de verdad? o ¿quieres ser una pantomima en la Iglesia? Lo que tu decidas, decídelo y cúmplelo, es hora de hacerle batalla al demonio, hacerle difícil la tarea, hagámonos más gratos a los ojos de Dios, no nos prediquemos a nosotros mismos, pidámosle a Dios que Él ocupe nuestro lugar donde quiera que vayamos, hagamos la diferencia y nuestro servicio será una ofrenda preciosa, invaluable, que nos dejará verdaderos cristianos comprometidos en nuestras parroquias y no, desertores,  como sucede hoy día en tantos lugares.

Sorpresa: el nacimiento de una vida nueva. Quien no nace de nuevo no podrá entrar al reino de Dios (Cfr. Jn 3, 1-15) estamos llamados a nacer de nuevo cada día, nacer para el Señor. Una vez, le escuché al Padre José Lucio León Duque, que uno de los detalles que el ser humano ha perdido, es la capacidad de maravillarse y sorprenderse por lo que Dios nos da cada día. Nos maravillamos más por la música, tecnología, edificios, que por una flor, la naturaleza, el silencio, o un niño que quiere decirnos en cada encuentro, cómo va su relación con Jesús, su familia… en fin, ¿dónde está tu espiritualidad catequista? ¿Quién eres?, ¿un catequista de profesión, o de vocación? Si es lo primero, el camino es corto, te cansarás rápido, y terminaras huyendo lleno de resentimientos; si es lo segundo, el camino es largo, te cansarás también, pero encontrarás fuerza, alivio y aliento en el Señor, y terminaras glorificando a nuestro Padre Dios con tu vida, tu servicio y tu amor.


¿Quién eres tú?


 “HÁGAN LO QUE ÉL LES DIGA” (Jn 2, 5)







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