21 de agosto: Día del catequista. DÍA DE SAN PÍO X NUESTRO PATRONO - 2012
21 de agosto: Día del catequista.
Hoy 21 de agosto la Iglesia recuerda a San Pío X, Papa, patrono de los catequistas. En este día festejamos el Día del Catequista.
Su Vida
Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe M. Sarto nació el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. En 1850 ingresó al seminario de Padua, y fue ordenado sacerdote el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose, además de su gran caridad para con los necesitados, por sus ardorosas prédicas que atraían hasta los más alejados del mensaje del evangelio.
En 1884 fue ordenado obispo para la diócesis de Mantua y en 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. En ningún momento cambió su modo de ser: sencillo, muy humilde, ejemplar en el amor a los más pobres.
A los pocos años, al morir León XIII, fue elegido su sucesor y su "programa pontificio" no fue otro que el del Buen Pastor: alimentar, guiar y custodiar el "rebaño humano" y buscar a las ovejas perdidas para atraerlas hacia Jesús.
La preocupación de Pío X por la santidad de la Iglesia lo llevó a actualizar los seminarios y fundar numerosas bibliotecas eclesiásticas.
También se lo recuerda por sus aportes a la música sagrada y a la liturgia y la reforma de la liturgia de las horas. Permitió la comunión diaria a todos los fieles y cambió la costumbre de la primera comunión: para que los niños pudieran recibirla a partir de los 7 años.
Impulsó la enseñanza del Catecismo porque sabía que apartar de la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo. Promovió un nuevo Código de Derecho Canónico que terminó de redactarse en 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.
Falleció el 20 de agosto de 1914, poco antes del estallido de la llamada "primera guerra mundial". El 14 de febrero de 1923 se introdujo su causa de beatificación y fue canonizado el 29 de Mayo de 1954.
Indudablemente fue adoptado por la gente como patrono de los catequistas por su sencillez, sus raíces rurales que jamás dejó de lado y por su ardor misionero y evangelizador.
San Pío X, patrono y modelo de los catequistas.
El Papa Pío X ejerció su pontificado entre los años 1903 y 1914. Toda su actividad como Papa estuvo marcada por la importancia que dio a la catequesis y a la pastoral. Promocionó la comunión frecuente y dispuso las formas de preparación para que los niños accedieran al sacramento, redactó un catecismo, se ocupó de la formación del clero y de promover el canto litúrgico. También dio mucha importancia a la organización de los distintos movimientos y asociaciones de laicos que por aquellos años comenzaban a surgir en la Iglesia.
Con todas estas iniciativas se estaban dando los pasos iniciales para que la catequesis, sobre todo la de preparación a los sacramentos, llegara a tener un lugar destacado en la Iglesia del siglo XX y que fuera ejercida no sólo por los sacerdotes y las religiosas, sino también por laicos y laicas.
Haciendo eco
El verbo “catequizar” proviene de una palabra griega que significa “hacer eco”. ¡Qué término tan adecuado! La tarea del catequista no es sólo pasar datos o comunicar alguna información. La tarea del catequista es la de quien busca llegar hasta el corazón del otro para que el mensaje resuene allí. Y por eso el catequista se ve envuelto en un ida y vuelta permanente, recibiendo el “eco” de lo que su anuncio provoca, acompañando las reacciones, las dudas y los sentimientos que el anuncio va provocando en el catequizando. A veces, no se escucha ningún eco. Y esto es así porque ningún método, ni planificación ni estrategia educativa nos asegura la respuesta que vendrá libremente desde el corazón del niño, del adolescente o del adulto.
Pero cuando tenemos el regalo de “ver” las respuestas… ¡Qué alegría! ¡Qué gozo el que haya otros y otras que se acercan a Jesús y saber que hemos podido ser un instrumento para que el Espíritu Santo actúe! Disfrutemos sin escrúpulos de esos momentos, que son de las alegrías que vamos teniendo para aligerar la tarea.
Los catequistas no están guiados sólo por su buena voluntad sino que tienen el mandato misionero para mostrar a todos en nombre de la Iglesia "el rostro misericordioso de un Dios que es siempre padre".
Son muchos los caminos que llevan a ser catequista y, en todos los casos, suelen surgir muchas preguntas en torno a la tarea. Sin embargo al ir entrando en el mundo de la catequesis, las preocupaciones van cambiando. Se comprende que lo más importante es transmitir con amor el mensaje de Jesús y compartir con los demás la experiencia del encuentro con Jesús.
Así, el catequista se convierte, definitivamente, en una persona que cree y sigue a Jesús viviendo la alegría de ser su testigo.
Lo escucha en la oración y en la lectura del Evangelio y lo descubre en el discernimiento comunitario y en la vida cotidiana intentando ver a las personas, las cosas, las situaciones, tal y como Jesús las vería hoy.
El catequista se reconoce en búsqueda, en camino; no se cree ni dueño de la verdad ni el "maestro" que llega para esclarecer a los demás sino un instrumento que el mismo Jesús, presente en la comunidad, envía, sostiene y da fuerza para superar las oscuridades y dificultades.
Es parte de la gran marcha de creyentes que han recorrido y aún recorren la historia. Marcha que fue iniciada por el pueblo de Israel y ha continuado en la Iglesia y, a través de ella, ha llegado hasta nosotros.
“ACCIÓN DE GRACIAS DE UN CATEQUIZANDO”
Gracias, muchas gracias Catequistas.
Gracias catequista, por responder a la llamada gratuita de Dios que te constituyó en educador de la fe de tus hermanos.
Gracias catequista, porque con tu alegría, disponibilidad, amor y paciencia me ayudas a descubrir la presencia amorosa de Jesús.
Gracias catequista, porque con tu vida sencilla y comprometida me enseñas que el cristianismo vivido al servicio de los hermanos es fuente de felicidad.
Gracias catequista, porque a través del estudio asiduo de la Palabra y de la doctrina de la Iglesia para compartirlo conmigo me liberas, ahora entiendo porque decía Jesús, «la verdad os hará libre».
Gracias catequista, porque lo que me enseñas no es solo el fruto del estudio de grandes volúmenes de doctrina sino tu simple y bella experiencia de fe.
Gracias catequista, porque anunciaste a Jesús no solo con las palabras, sino, también con los gestos, la mirada y el silencio.
Gracias catequista, porque no respondiste a mis preguntas haciéndome creer que sabías mucho, sino, que me ayudaste a entrar en mí permitiéndome escuchar el espíritu que habla dentro de mí.
Gracias catequista, porque me enseñaste a percibir a Dios como Padre y me enseñaste a dirigirme a él como una hija.
Gracias catequista, porque al tener tanta paciencia conmigo me enseñaste a respetar el ritmo de los otros así como Dios hace con cada uno de nosotros.
Gracias catequista, porque me haces vivir el día del catecismo como día de encuentro, de fiesta, de comunidad, de reflexión, un día diferente a los otros.
Gracias catequista, por aceptar las críticas y correcciones sin desanimarte, y por estar siempre en búsqueda de nuevos métodos y experiencias.
Gracias catequista, por escucharme, animarme, exigirme, guiarme a Jesús y hacerme sentir miembro vivo de mi comunidad parroquial, Gracias por ser compañero en el camino de mi fe.
Por esto y por todo lo que aún queda en el fondo de mi corazón. Gracias, muchas gracias.
Hoy 21 de agosto la Iglesia recuerda a San Pío X, Papa, patrono de los catequistas. En este día festejamos el Día del Catequista.
Su Vida
Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe M. Sarto nació el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. En 1850 ingresó al seminario de Padua, y fue ordenado sacerdote el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose, además de su gran caridad para con los necesitados, por sus ardorosas prédicas que atraían hasta los más alejados del mensaje del evangelio.
En 1884 fue ordenado obispo para la diócesis de Mantua y en 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. En ningún momento cambió su modo de ser: sencillo, muy humilde, ejemplar en el amor a los más pobres.
A los pocos años, al morir León XIII, fue elegido su sucesor y su "programa pontificio" no fue otro que el del Buen Pastor: alimentar, guiar y custodiar el "rebaño humano" y buscar a las ovejas perdidas para atraerlas hacia Jesús.
La preocupación de Pío X por la santidad de la Iglesia lo llevó a actualizar los seminarios y fundar numerosas bibliotecas eclesiásticas.
También se lo recuerda por sus aportes a la música sagrada y a la liturgia y la reforma de la liturgia de las horas. Permitió la comunión diaria a todos los fieles y cambió la costumbre de la primera comunión: para que los niños pudieran recibirla a partir de los 7 años.
Impulsó la enseñanza del Catecismo porque sabía que apartar de la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo. Promovió un nuevo Código de Derecho Canónico que terminó de redactarse en 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.
Falleció el 20 de agosto de 1914, poco antes del estallido de la llamada "primera guerra mundial". El 14 de febrero de 1923 se introdujo su causa de beatificación y fue canonizado el 29 de Mayo de 1954.
Indudablemente fue adoptado por la gente como patrono de los catequistas por su sencillez, sus raíces rurales que jamás dejó de lado y por su ardor misionero y evangelizador.
San Pío X, patrono y modelo de los catequistas.
El Papa Pío X ejerció su pontificado entre los años 1903 y 1914. Toda su actividad como Papa estuvo marcada por la importancia que dio a la catequesis y a la pastoral. Promocionó la comunión frecuente y dispuso las formas de preparación para que los niños accedieran al sacramento, redactó un catecismo, se ocupó de la formación del clero y de promover el canto litúrgico. También dio mucha importancia a la organización de los distintos movimientos y asociaciones de laicos que por aquellos años comenzaban a surgir en la Iglesia.
Con todas estas iniciativas se estaban dando los pasos iniciales para que la catequesis, sobre todo la de preparación a los sacramentos, llegara a tener un lugar destacado en la Iglesia del siglo XX y que fuera ejercida no sólo por los sacerdotes y las religiosas, sino también por laicos y laicas.
Haciendo eco
El verbo “catequizar” proviene de una palabra griega que significa “hacer eco”. ¡Qué término tan adecuado! La tarea del catequista no es sólo pasar datos o comunicar alguna información. La tarea del catequista es la de quien busca llegar hasta el corazón del otro para que el mensaje resuene allí. Y por eso el catequista se ve envuelto en un ida y vuelta permanente, recibiendo el “eco” de lo que su anuncio provoca, acompañando las reacciones, las dudas y los sentimientos que el anuncio va provocando en el catequizando. A veces, no se escucha ningún eco. Y esto es así porque ningún método, ni planificación ni estrategia educativa nos asegura la respuesta que vendrá libremente desde el corazón del niño, del adolescente o del adulto.
Pero cuando tenemos el regalo de “ver” las respuestas… ¡Qué alegría! ¡Qué gozo el que haya otros y otras que se acercan a Jesús y saber que hemos podido ser un instrumento para que el Espíritu Santo actúe! Disfrutemos sin escrúpulos de esos momentos, que son de las alegrías que vamos teniendo para aligerar la tarea.
Los catequistas no están guiados sólo por su buena voluntad sino que tienen el mandato misionero para mostrar a todos en nombre de la Iglesia "el rostro misericordioso de un Dios que es siempre padre".
Son muchos los caminos que llevan a ser catequista y, en todos los casos, suelen surgir muchas preguntas en torno a la tarea. Sin embargo al ir entrando en el mundo de la catequesis, las preocupaciones van cambiando. Se comprende que lo más importante es transmitir con amor el mensaje de Jesús y compartir con los demás la experiencia del encuentro con Jesús.
Así, el catequista se convierte, definitivamente, en una persona que cree y sigue a Jesús viviendo la alegría de ser su testigo.
Lo escucha en la oración y en la lectura del Evangelio y lo descubre en el discernimiento comunitario y en la vida cotidiana intentando ver a las personas, las cosas, las situaciones, tal y como Jesús las vería hoy.
El catequista se reconoce en búsqueda, en camino; no se cree ni dueño de la verdad ni el "maestro" que llega para esclarecer a los demás sino un instrumento que el mismo Jesús, presente en la comunidad, envía, sostiene y da fuerza para superar las oscuridades y dificultades.
Es parte de la gran marcha de creyentes que han recorrido y aún recorren la historia. Marcha que fue iniciada por el pueblo de Israel y ha continuado en la Iglesia y, a través de ella, ha llegado hasta nosotros.
“ACCIÓN DE GRACIAS DE UN CATEQUIZANDO”
Gracias, muchas gracias Catequistas.
Gracias catequista, por responder a la llamada gratuita de Dios que te constituyó en educador de la fe de tus hermanos.
Gracias catequista, porque con tu alegría, disponibilidad, amor y paciencia me ayudas a descubrir la presencia amorosa de Jesús.
Gracias catequista, porque con tu vida sencilla y comprometida me enseñas que el cristianismo vivido al servicio de los hermanos es fuente de felicidad.
Gracias catequista, porque a través del estudio asiduo de la Palabra y de la doctrina de la Iglesia para compartirlo conmigo me liberas, ahora entiendo porque decía Jesús, «la verdad os hará libre».
Gracias catequista, porque lo que me enseñas no es solo el fruto del estudio de grandes volúmenes de doctrina sino tu simple y bella experiencia de fe.
Gracias catequista, porque anunciaste a Jesús no solo con las palabras, sino, también con los gestos, la mirada y el silencio.
Gracias catequista, porque no respondiste a mis preguntas haciéndome creer que sabías mucho, sino, que me ayudaste a entrar en mí permitiéndome escuchar el espíritu que habla dentro de mí.
Gracias catequista, porque me enseñaste a percibir a Dios como Padre y me enseñaste a dirigirme a él como una hija.
Gracias catequista, porque al tener tanta paciencia conmigo me enseñaste a respetar el ritmo de los otros así como Dios hace con cada uno de nosotros.
Gracias catequista, porque me haces vivir el día del catecismo como día de encuentro, de fiesta, de comunidad, de reflexión, un día diferente a los otros.
Gracias catequista, por aceptar las críticas y correcciones sin desanimarte, y por estar siempre en búsqueda de nuevos métodos y experiencias.
Gracias catequista, por escucharme, animarme, exigirme, guiarme a Jesús y hacerme sentir miembro vivo de mi comunidad parroquial, Gracias por ser compañero en el camino de mi fe.
Por esto y por todo lo que aún queda en el fondo de mi corazón. Gracias, muchas gracias.
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