Diócesis de San
Cristóbal
Vicaría de Pastoral
SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS
VENEZUELA
MENSAJE DE CUARESMA 2014
EL CATEQUISTA PORTADOR DE PAZ EN MEDIO DE LAS
TINIEBLAS
A TODOS LOS CATEQUISTAS QUE ANUNCIAN AL PUEBLO
SANTO DE DIOS
EL EVANGELIO DE JESUS EN LA IGLESIA DE SAN
CRISTOBAL
¡En el nombre de Cristo les pedimos que se
reconcilien con Dios! (2co 5, 20)
1.
Un saludo de
Paz y Bien para todos mis hermanos catequistas, hombres y mujeres de fe, que
estoy seguro se encuentran en oración en estos momentos difíciles para nuestro
país. Hoy emprendemos nuevamente el camino de preparación cuaresmal y, la mejor
oportunidad y herramienta que Dios Padre Misericordioso nos ofrece a través de
la Iglesia para alcanzar la paz que tanto necesitamos en estos días. Es el
momento para que ustedes y yo saquemos todo tipo de resentimientos que puedan
habitar en nuestros corazones y nos dispongamos con la frente en alto, a llevar
el signo de la cruz que nos será impuesta con la ceniza, como señal de
evangelización y prolongación del Amor de Dios. Dejemos que Cristo sea la luz que
disipe toda oscuridad en nuestras vidas.
2.
Deseo
invitarnos en este mensaje, a que elaboremos un programa de reflexión cuaresmal,
en donde la palabra “Conversión”, sea la actitud más buscada y vivida por todos
nosotros. En la primera lectura de este día, el profeta Joel nos alienta
diciéndonos que: «Todavía es tiempo» aún podemos volver a Dios de todo corazón
con ayunos, lágrimas y llantos; enlutando, y si es posible, desgarrando nuestro
corazón de toda impiedad (Cf. Jl 2,12). Al respecto, el Papa Francisco nos dice
que la verdadera actitud de conversión es la que duele, si no duele, no es
sacrificio, no es amor, no es perdón, no vale… la verdadera renuncia y
penitencia es la que duele. No sería válido un despojo sin esta dimensión
penitencial. “Desconfío de la limosna que
no cuesta y no duele” (SS Francisco - Mensaje para la Cuaresma 2014).
3.
Por eso, hoy
todos debemos decir al unísono con el profeta Joel: “Perdona, Señor, perdona a tu
pueblo” (Jl 2,17). Pero de qué pedir perdón pudiéramos preguntarnos.
Pues bien, comencemos ese examen de conciencia partiendo desde la Sagradas
Escrituras, con la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses que nos dice: «Todo cuanto habéis aprendido y recibido y
oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros»
(Flp 4,9). Ya que tanto hablamos y suplicamos paz, preguntémonos de corazón si
hemos llevado a la práctica todo lo que hemos aprendido en este camino como
Iglesia para tener derecho a exigirla. Reflexionemos el hecho de que, a pesar
de tantas experiencias y aprendizajes, aún no nos hemos despojado del odio, la
ira, la mentira, el rencor, la envidia, el egoísmo y todo aquello que hace daño
a la humanidad y a nuestra relación con Dios.
4.
Si decimos con
el Salmista: «Misericordia Señor, hemos pecado» (Sal 50), es porque estamos
dispuestos a vivir la misericordia, a tener piedad y compasión con el prójimo y
el enemigo, y solo disponernos a destruir en el corazón del otro toda cizaña,
toda maldad, todo rastro o huella del demonio en su vida, bien sea con oración,
con bendición, con ayuno y penitencia. Recordemos que hay clases de demonios
que no salen tan fácilmente (Cf Mc 9,29).
5.
Hay un hecho
demasiado concreto que debemos resaltar en nuestras vidas, y es nuestra
condición de hijos de Dios, o como dice San Pablo en la segunda lectura: «Somos
embajadores de Cristo» (2Co 5,20) y esto tiene que llevarnos a
ubicarnos de verdad en este mundo por lo que somos, y no por lo que tenemos.
Somos hijos de Dios, se supone que ustedes y yo somos los buenos, los que
estamos del lado del bien; y sin embargo, no estamos claros en ello porque no
hacemos las obras de Dios, no hacemos el bien, y encima, en ocasiones obramos mal.
Lamentablemente, los únicos que están claros en este sentido y son coherentes
consigo mismo, son los que están del lado del mal, ellos no descansan, no
desperdician tiempo ni espacio para obrar mal. Nosotros hasta nos damos
vacaciones para orar y encontrarnos con Dios. Qué corazón el nuestro, qué
corazón el que debemos desgarrar y transformar verdaderamente a semejanza de
nuestro Padre, que en medio de todo, sigue teniendo misericordia con nosotros.
Me hace estremecer las palabras a Jeremías: «Con amor eterno te amé, por eso te prolongo mi misericordia cada día»
(Jr 31,3).
6.
Definitivamente,
debería dolernos con lágrimas la hipocresía en que vivimos a diario, cuando en
vez de trabajar por la paz (Cf Mt 5,9), somos quienes sembramos la cizaña en la
viña de nuestro Señor. Hermanos catequistas que no ayudan a otros catequistas,
prefieren no hablarles, criticarles y hacerles el mal, pasar una cuaresma y
semana santa así, debería cuestionarnos. Hermanos, no les estoy hablando duro,
les estoy hablando con el corazón, porque si no vivimos como hijos de Dios, no
tenemos derecho a exigir los dones de Dios: Fe, Esperanza, Caridad, Paz…
debemos aumentar nuestras obras de bondad y amor por una razón, las obras aumentan
nuestra fe (Cf St 2, 17). Si no hacemos el bien, ¿cómo aumentará nuestra fe?
Todo lo contrario, disminuye hasta morir, y todas las demás obras que hagamos,
serán sin la misma fuerza o potencia de ese primer AMOR que nos llevó un día a
ser testigos de Cristo en el ministerio de la catequesis (Cf Ap 2, 4).
7.
Hoy les escribo
como su Padre y Pastor, pues son el rebaño que Dios por medio de nuestro Obispo
me ha encomendado para caminar juntos a la Casa de nuestro Padre Celestial. Y
por eso, me dirijo a ustedes reflexionando desde nuestra fe, porque, como dice
Jesús a través del evangelista: «Buena es
la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la podrán sazonar? Tened sal
en vosotros y tened paz unos con otros» (Mc 9,50). La sal es la fe
particular de cada uno de nosotros, llamados a sazonar con el sabor del
testimonio la vida de tantas personas a nuestro alrededor y, permítanme
decirles que debemos estar alertas, porque nuestra sal (fe) puede estar
quedándose insípida, y cuando la sal pierde su sabor, se tira para ser
pisoteada. Nos están pisoteando la fe porque estamos perdiendo nuestro sabor a
Dios. Y sin sabor a Dios, cómo podremos tener paz unos con otros.
8.
«Los ninivitas creyeron en Dios, organizaron
un ayuno y grandes y pequeños se vistieron de saco. El anuncio llegó hasta el
rey de Nínive, que se bajó del trono, se quitó su manto, se cubrió de saco y se
sentó en la ceniza» (Jon 3, 5). Así alcanzaron el perdón de Dios. Si ellos
pudieron, ¿por qué nosotros no? Este es el tiempo del arrepentimiento, de que
nos volvamos de verdad portavoces de Dios e invitemos a nuestras comunidades a
volver su mirada en Dios, donde la violencia no tiene cabida, y el diálogo, en
el que cada uno asumimos responsabilidades para dar solución a nuestros
problemas es fruto del único AMOR que todo lo puede (Cf 1Co 13, 4-8). Este es
el tiempo del corazón, de ese corazón que Dios hizo a su imagen y semejanza. El
tiempo de ser compasivos y misericordiosos como Dios lo es con nosotros: lento
a la ira, a la cólera, rico en clemencia, que se conmueve ante nuestras
desgracias (Cf. Jl 2,12-18).
9.
Hay tres frases
del Papa Francisco en su mensaje de cuaresma, que quiero resaltar en este
momento para reflexionar un poco el Evangelio de hoy. La primera: “El amor nos hace semejantes, crea igualdad,
derriba los muros y las distancias”. La segunda: “la verdadera miseria: es no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo”.
Y la tercera: “la miseria es la pobreza
sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza”. Espero esto les motive a
buscar y leer el mensaje de cuaresma del Santo Padre. Porque el Evangelio nos
habla de Ayuno, Oración y Limosna (Cf Mt 6, 1-18), y si no vivimos como hijos
de Dios y hermanos de Cristo, qué miserable e insípido será entonces nuestro
Ayuno, Oración y Limosna. Hoy, pienso en nuestras actitudes de conversión, y
sólo me digo: debemos ayunar con la virtud de la Esperanza, confiando en que
este sacrificio de abstinencia de algo que verdaderamente nos duela, servirá de
alivio para aquellas personas que viven sin nada en todo momento. Que nuestra
Oración sea con Fe, dejando ya tantas distracciones y rutinas y comunicándonos
de verdad con Aquél que tanto desea ser escuchado, nuestro Padre Dios. Y la
limosna, que no es lo que me sobra, debe ser con Caridad, la expresión más
perfecta del Amor, para que podamos recibir la Paz.
10.
Hermanos
catequistas, dicha paz, no es la del mundo, que hoy la da y mañana la
desaparece, que vive en intolerancia y caprichos. Es la paz de Dios. Y Jesús el
Buen Pastor nos dice: «Mi paz os dejo, mi
paz os doy; no como el mundo la da, la doy. Que no tiemble vuestro corazón ni
se acobarde» (Jn 14, 27). Que no tiemble ni se acobarde de buscarla, de
seguirla, y de vivirla. Aquél joven rico del Evangelio, no la siguió, porque
era muy rico, y le dolía separarse de sus riquezas materiales (Cf Lc 18,22-23).
¿Tú y yo, vamos a hacer lo mismo?
11.
El Apóstol
Pedro nos da unas bellas recomendaciones: «Obrad
como hombres libres, y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la
maldad, sino como siervos de Dios» (1P 2, 16). «No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario,
bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición» (1P 3,9). No
seamos estatuas de museo, ni habitaciones encerradas, húmedas y enfermas.
Confío en que saben a qué me refiero, porque han leído el Primer Discurso del
Papa Francisco dedicado a los catequistas. Seamos creativos como dice el Santo
Padre, y para ser creativos, hay que saber cambiar, cambiar tanta estática y
pasividad por acción y movimiento en el AMOR.
12.
No puedo
enseñar conversión y arrepentimiento si yo no la vivo, no me confieso, no me
arrepiento desde mi corazón. Cristo está listo para abrazarnos en esta
cuaresma, caminar con nosotros en ese necesario desierto en el que podamos
despojarnos del demonio que justifica nuestras malas actitudes de vida,
ayudarnos a cargar la cruz, y brindarnos una gloriosa pascua de Resurrección. Recuerda
que, si Cristo no se ha bajado de la cruz, es porque tú y yo aún no le hemos
permitido resucitar en nuestras vidas. Renovémonos y reparemos los males que
por ignorancia o debilidad humana hemos cometido (Cf. Ba 3,2). Recordemos que
el Señor no quiere nuestra muerte, sino que cambiemos de conducta y vivamos
semejantes a Él (Cf. Ez 33,11).
13.
Que esas palabras
que escucharemos hoy “arrepiéntete y cree
en el Evangelio” (Mc 1,15), “Acuérdate
que polvo eres y en polvo te convertirás” (Gn 3,19), sean el lema que guíe
nuestras vidas hacia una verdadera conversión cristiana, catequética y
evangelizadora. ¡Sé como Cristo! Porque Cristo vino al mundo para ser como Tú y
Yo! Y se hizo hombre para mostrarnos que no hay debilidad que no se pueda
superar y no hay amor que se pueda desechar.
14.
Que el Espíritu
Santo, Amor del Padre y del Hijo, nos inspire siempre y en todo momento lo que
debemos hacer, pensar, decir, callar, escribir, incluso lo que debemos sentir y
vivir para buscar la Gloria de Dios, el bien de nuestros hermanos y nuestra
verdadera santificación. Con el gran aprecio que le tengo a ustedes, mis
hermanos catequistas, les brindo mi humilde bendición, esperando que ustedes
también me bendigan desde donde están con sus oraciones. Que Dios les bendiga a
todos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.
¡¡¡QUE DIOS NOS CONCEDA A TODOS UNA CUARESMA Y UNA SEMANA SANTA VIVIDA,
AMADA, SENTIDA Y CELEBRADA. FELICES PASCUAS!!!
Pbro. Juan Carlos Gómez Yanez
Su hermano
SAN CRISTOBAL, 05 DE MARZO DEL AÑO 2014. INICIO DE LA
CUARESMA
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